viernes, 11 de mayo de 2018

Citas: Cartas - Alejandra Pizarnik/León Ostrov



"Todavía me contemplo, asombrada de estar viva. Hubiera querido esperar varios días y después escribirle una hermosa y —dentro de lo posible— poética carta. Pero ahora no quisiera otra cosa que llorar y que usted me pregunte por qué".

"La verdad es que acá me muero de miedo. No sé si ello responderá a mi inmensa capacidad de temer o si la realidad contiene verdaderamente causas que lo desaten".

"¿Acaso las demás tienen menos miedo que yo? En realidad también están asustadas pero no como yo…".

"¡Oh perdón por esta monotonía, perdón por esta carta espantosa, perdón por haberlo conocido, y por haber nacido! Pero ya se arreglará —siempre que se me pasen los dolores, apenas puedo escribirle— de cualquier modo todo seguirá igual".

"Estoy en otro planeta y nada en él me enamora".

"No hay duda: lo difícil es aceptar la vida".

"La única solución es ser valiente".

"En suma, dejaré de analizarme. No sé si mi decisión es definitiva, ¡cómo puede serlo si todo vuela, si a cada instante mi yo se alimenta de las cenizas de un yo anterior!".

"Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré, siquiera, que hay un «saber volver». Ni lo querré, acaso".

"Hace tanto que no digo «yo» y hablo de mis miserias. Y me hubiera gustado tanto, digo, que mi carta fuera eufórica y maravillada. Pero para eso me tendrían que asesinar antes: «no me podrán quitar el dolorido sentir»…".

"Hasta mi cuerpo presenta signos de la lucha: estoy enferma porque bebo y bebo cuando estoy enferma. Además, descubrí que el chocolate me hace mal por lo cual se me convirtió en una necesidad semejante a una droga. A veces me hundo en un cine para escapar, por unas horas, a mis necesidades, mis compulsiones viciosas".

"Esta carta parece la de un espíritu. No hay sangre en ella. No encarna en actos, en sucesos, en nombres propios. Pero se acerca, en parte, a la verdad".

"Gracias por su carta. Jamás he recibido y bebido palabras con tanta intensidad como las suyas. Justamente la noche anterior me había hecho una orgía de autoconmiseración, de nadie te recuerda y todos te olvidan. Pero desperté y vi su carta. Entonces el enemigo se corrió".

"Pero quiero mi tiempo para mí, para perderlo, para hacer lo de siempre: nada".

"Hago —se hacen— algunos poemas. Cuando los corrija le enviaré algo. Sigo dibujando pequeños monstruos. Y leo al «perro de Lautréamont». Escribo minuciosamente mi diario. Y envejezco. Cumplí años y soñé que me decían: «el tiempo pasa». Pero no lo creo".

"Mi único ruego constante es que no me abandone la fe en algunos valores espirituales (poesía, pintura). Cuando me deja temporariamente viene la locura, el mundo se vacía y rechina como una pareja de robots copulando".

"Y descubrí que se puede hacer poemas sin tener nada pensado, sin pensar, sin sentir, sin imaginar, en cualquier instante y a cualquier hora. En suma, «el poema se hace con palabras…». Y con ganas de hacerlo, agrego".

"«Pero no puedes pasarte la vida encerrada leyendo y haciendo poemas como Calipso, la tortuga electrónica–poeta». ¿No puedo? ¿No se puede? ¿Por qué no se puede? ¿Por qué hay gente que trabaja diez y quince horas por día en lo que le gusta y no siente que «no se puede»? Pero «no se puede»".

"Pero mi sueño, mi aspiración más grande se enlaza a mi signo astrológico: Tauro —el mismo que el de Balzac— signo asociado a la fecundidad, a la capacidad de trabajo, a la voluntad, del que estoy desviada por alguna aberración pero gimiendo siempre por incorporarme a sus fieles: sólo seré feliz cuando escriba innumerables volúmenes, cuando escriba sin detenerme durante días y meses y años. Pero qué quiero escribir o sobre qué, me pregunto, si en mí hay sólo silencio. Pero no me convenzo. Y la vieja aspiración sigue, frustrada y persistente".

"Dos semanas sin ver nada, sin visitar a nadie, sino como empujada por algo o alguien terriblemente fuerte, y yo me decía: trabajá, si trabajás te vas a salvar".

"No estoy muy angustiada ni muy triste pero no puedo pensar en las cosas concretas. No me interesan".

"Me pidió también una chica que hace cine y televisión que colabore con ella en un film corto sobre un desencuentro amoroso. Le di ideas buenas. Pero hacer los diálogos me es imposible. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie".

"Hoy hice los poemas, necesito escribirle y medito en la muerte y en lo de siempre. Estoy absolutamente convencida de que la vida es invisible. Ejemplo: estamos muertos".

"Lo que sucede es que no deja de parecerme irrisorio y sorprendente donar siete horas de mi día, donarlas así, sabiendo que la muerte existe, y muchas cosas hermosas existen, y muchas cosas terribles, y trabajar así, como si no pasara nada, como si uno no viniera a la tierra por un tiempo breve".

"Todo esto me asombra profundamente, pero considerando racionalmente que hace un mes yo me  quería suicidar, considerando que la imagen de mi vida era un golpearse la cabeza en la pared, y que ahora, cuando salgo de aquí, sólo tengo sed de cosas bellas, considerando todo esto, creo, en fin, que todo irá mejor".

"Arregle sus cosas, acepte que en esta breve vida —es inevitable— tenemos que dormir y trabajar a veces en cosas que no nos interesan del todo, es decir, reducir las horas de la contemplación y de la tarea que expresa nuestra vocación mejor. Todo eso que, aparentemente es perder tiempo puede, en definitiva, no serlo".

"Pero algo me dice que sólo se aprende lo que se ama y que la cultura, el conocimiento, es sólo cuestión de amor".

"En fin, le envío unas pocas líneas para que sepa que estoy, que vivo, y que si no escribo es porque no puedo.
Mi vida aquí viene y va, es la corriente de siempre, esperanza y desesperanza.
Ganas de morir y de vivir. A veces el orden, a veces me devora el caos. Creo que actualmente es lo segundo. Tal vez le escribo por eso".

"La fecha de la probable partida, la fecha anual, mi primer año en París, pasó imperceptible. En verdad, París es el pretexto, el lugar de ensayo, sólo por ver si puedo vivir, aprender a vivir".

"Sé que soy poeta y que haré poemas verdaderos, importantes, insustituibles, me preparo, me dirijo, me consumo y me destruyo".

"Mi pasión por esa periodista persiste. La encontré por azar varias veces. Un ser casi despreciable, que no sabe nada ni comprende nada de las cosas serias e importantes. Pero nada más fácil que desechar su realidad molesta, de desnudarla en mi memoria y vestirla del color de mis deseos. Pero ¿quién hablará del amor? No yo. Yo amo. Y cuanto más comprendo su inexistencia y su condición de fantasma, más la amo concretamente".

"Pero en verdad estoy sola pues ninguno me es imprescindible y hablo y saludo y realizo mi comedia social para no perder todo contacto humano.
Pero tal vez es ya tarde para reanudar las relaciones simples y fáciles, el placer de conversar, de estrechar manos. Sólo me reconozco en mi nostalgia".

"Hablar varios idiomas es no hablar ninguno".

"Me gustaría decirle más. He mirado tanto y pensado y observado tanto estos días. Pero tal vez lo escriba, tal vez un cuento, una crónica sobre mi descubrimiento de lo idiota que puede ser la gente, que es. Y no obstante estoy triste por ello, por darme cuenta, yo sí y ellos no".

"A mí de cuidarme y protegerme ahora: lo difícil, cómo quererse, cómo guardarse y no hacerse daño".

"He visto rostros maravillosos, he jugado el terrible juego de las miradas sin desenlace (yo en un café y una mujer misteriosa que se acerca y se sienta en la mesa de al lado y no hace más que mirarme; esto duraba horas; levantarme y sentir que me sigue, pero mirarla de nuevo y ver que no es la de recién sino otra, una nueva, et c’est toujours la seule, —ou c’est le seul moment. No es que yo exija nada, pero me pregunto si hay derecho de jugar de esta manera para nada, si hay derecho a jugar de esta manera con algo tan serio como la mirada)".

"Aquí todos hablan de la bomba atómica y de la venida del final de los finales.
Cómo hacer, después, para despeñarse en la hoja en blanco y pelear con las palabras. Me pregunto quién me da fuerzas, quién me hunde en el silencio fantasma de las palabras".

"A los 25 años puedo decir: «Cansada de la edad…». ¿Es esto la adultez que llega definitivamente? No sé, no comprendo nada. Pero es bueno leer y doblemente bueno escribir".

"Si cierro los ojos no tengo adónde huir. Por eso estoy tan triste: tal vez las fantasías absurdas de mi adolescencia y los amores inventados eran los que me conducían a la «realidad». Ahora hay como ausencias palpables en donde hubo presencias invisibles".




Alejandra Pizarnik

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