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"Para casi todos fue una muerte sorpresiva, nadie puede predecir que un autobús va a decapitar a una chica, mucho menos a ella, que nunca se dignaba en usar el transporte público; podría decirse que fue una muerte poética, pero nadie tendría el valor de decir que tanta sangre seria poético en algún sentido".
"Al tocar su brazo sus ojos se cruzaron y ella palideció como si viese fantasmas, la sangre comenzó a salir como si se abriese la herida una vez más, colocó una servilleta del bar y salió casi a trote, tal y como si escapara de un cuarto en llamas".
"–¿Cómo sabes que veo el futuro? ¿cómo sabes de ella, cómo…? –Las preguntas se agolpaban en su garganta, impaciente por entender lo que sucedía.
El veterinario la miró con un gesto amable, pero algo melancólico, casi podía sentirse la sombra de una pérdida en su rostro. Él la interrumpió antes de que continuara con su interrogatorio.
–Deja de preocuparte del cómo y comienza a pensar en el porqué".
"–Es uno de los pocos usos de mi naturaleza, déjame explicártelo: veo el pasado, de esta manera impresiono señoritas cuando las invito a comer.
–Dime, ¿acaso a ellas también las amenazas con un arma?
–Claro que no, tú eres un caso especial. –Él miró el arma y luego le guiño un ojo a Stephanie en tono de coquetería".
"–Dime, ¿cómo te llamas? –Su voz era apacible mientras siguió hablando–. Es extraño decirte jovencita siempre; yo soy Lenardo Uriel Icaro Gerard, todos me llaman Lui, veterinario pobre y conquistador mediocre. –Apartando el plato Lui la miro con una expresión paternal.
Esbozó una sonrisa amplia de esas que les lanzaba a sus conquistas, pero no le valió de nada, solo obtuvo como respuesta un suspiro.
–Stephanie…– Hizo una pausa y se levantó para ir a la parte trasera del lugar.
–Espera, ¿solo eso, y el apellido?
–Por ahora solo eso tendrás".
"–Eres un chico extraño. –Stephanie lo vio y sonrió enormemente al decirle las palabras con la voz más dulce que tenía.
–Sin duda lo soy. –Enrique guiño un ojo y volvió a mirar al cielo.
Mientras él miraba las estrellas ella se colocó más cerca y acarició su rostro, la piel tersa y el reflejo que provocaba la luna sobre sus pestañas la hacía desearlo, él la miró detenidamente sin decirle nada, poco a poco se acercó, los dedos de Enrique se deslizaron por su cintura para atraerla más hacia él, ella agacho un poco su cabeza para facilitarle un beso, pero él se detuvo unos segundos, ella simplemente no deseaba parar y lo besó. Él comenzó a ser más apasionado, sin duda sabia como hacerlo, todo su cuerpo se sincronizaba, sus dedos acariciaban su espalda bajo la blusa, el tacto de cada dedo la estremecía; sin parar de besarse ella introdujo débilmente su lengua y comenzaron a danzar hábilmente dentro, excitándolo más y más. Al terminar de besarse sus cuerpos se precipitaban más cerca, casi queriendo ser uno, sin decir nada ella miró al cielo y las vio: decenas de estrellas avanzaban dejando ver su destello fulgurante; Enrique las vio, pero se perdió en los ojos de Stephanie, recargó su cabeza en el hombro de ésta y suspiró".
"Stephanie no soportaba fingir estar cómoda un segundo más, sabía que esa situación no era para ella, sin duda pese a que él fuese a morir pronto, no merecía la carga que era ilusionarse con una relación normal; el simple latido de su corazón, sus suspiros e incluso sus besos eran demasiado buenos para ella, lo mejor era alejarlo. Colocó sus manos en los hombros de él y lo alejó, sin embargo y sin pensarlo dos veces él la sujetó y la atrajo hacia sí, dándole un beso aún más dulce que el anterior, no planeaba rendirse, hasta que ella lo abofeteó. Al notar que del labio de Enrique emanaba una delgada línea de sangre constante, ella supo que se había pasado de la raya, él sin embargo la miró preocupado y un tanto amoroso, como si un animal salvaje lo hubiera herido sin intención.
–Discúlpame si me propasé –su voz era tranquila, buscando que ella dejara de mirarlo incómoda.
–No fue por eso, joder –con un tono de reproche e incredulidad Stephanie desvió la mirada.
Stephanie sostenía su cabello agachando la cabeza y entrelazando los dedos por las leves ondas que se formaban a causa de la humedad nocturna.
La situación no podía confundirla más, siempre había sangre en la intimidad, pero casi en su totalidad había sido derramada por ella, nunca se habían comportado tan consternados.
Normalmente un hombre la lastimaría y le haría rogar por más, pero si ella era la que provocara una herida no habría disculpas, solo una reprimenda, un golpe seco que no le provocaba otra cosa más que desprecio hacia sí misma. Eso era lo que ella esperaba, pero este chico no la golpeó, incluso se disculpó, quizás habría preferido una paliza en lugar de esos tiernos ojos mirándola con compasión.
–¿Entonces por qué si no? Mira que si voy rápido…
Stephanie colocó su dedo índice sobre los labios de Enrique para callarlo, sus palabras avanzaban como una fría corriente de agua que la hacían perder el control y desear besarlo otra vez.
–¿Puedes callarte un segundo? –respiro hondo y prosiguió–. No, no vas rápido, en realidad vamos bastante lento para mi ritmo habitual.
–Pero, ¿es que acaso es normal para ti enamorarte de desconocidos?
–No me enamoro –sonrió de una forma casual, como cuando alguien dice algo irracional– eres una maldita ternura, me lio a los chicos, follamos y listo. –Secó la sangre del labio de él y se chupó el pulgar mientras él la miraba boquiabierto.
–¿Podrías intentar enamorarte de mí? –sus dulces palabras se perdían en la soledad de las vías, casi cual náufrago a la deriva, esperando la salvación".
"–Es hora de irme, nadie tiene lo que desea.
–Pero aún está precioso el cielo, quédate aún más. Anda, duerme aquí.
–Número uno, no quieres tener sexo; número dos, no duermo con nadie; y número tres, tú escondes algo y sinceramente no deseo saberlo".
"Mientras Stephanie caminaba por las calles podía escuchar su corazón latir como loco, cada paso era un grito en la oscuridad de la noche, un susurro por piedad, sus demonios habían permanecido dormidos por meses y de pronto los escuchaba; al sentirse vulnerable, abrió su corazón a los verdugos de sus actos. No se habría podido contener y le habría hecho daño, como casi lo hizo esa misma noche mostrándole su muerte… algunas personas llegaban a la locura y otras simplemente preferían terminar con la espera ellos mismos".
"–¿Qué pasa? –Le preguntó él quitando un mechón de pelo de su cara para verle bien los ojos.
–Nada, solo que ahora sé que nombre debe tener.
–¿El perro aún no tiene nombre?, ¿Qué clase de dueña eres?
–Lo encontré apenas ayer, ahora es mío y se llamara Ross.
–Curioso, ¿y se podría saber por qué?
–En realidad es gracias a ti.
–Pero yo no conozco a nadie llamado Ross.
–Cuando te toqué, vi este mismo lugar; el clima era tan hermoso y ustedes disfrutaban del mar, me recordó a una palabra gaélica, precisamente Ross.
–¿Sabes gaélico?
–Un poco, es una larga historia y por hoy estoy harta de recordar. Anda, vamos a jugar con Ross".
"–Dime Stephanie, ¿sales con Enrique? –Sus cejas se arquearon y una leve sonrisa apareció en su rostro tan pronto le preguntó a Stephanie.
–Vas directo al grano, ¿no?, él y yo solo pasamos el rato. –La expresión de Stephanie se volvió seca y algo molesta.
–Me horroriza escuchar eso, ¿acaso te gusta ser una chica fácil? –Los ojos de Dayana se abrieron y su expresión fue casi la de una madre molesta con su hija.
–Sin dudas sabes cómo ofender a alguien normal, pero para tu suerte no soy normal.
–Lo puedo notar, dado que ves cosas sobre mí, así que tengo el derecho a ser entrometida.
–Te concederé la razón y te contare por qué no me enrollo con nadie, ¿vale?
–Dime, te escucho. –Dayana apartó su plato y colocó los codos sobre el mantel para apoyar su rostro entre las manos.
–Cuando creces odiando a la figura masculina, te das cuenta que la felicidad en pareja es ilusión, todos te usan y prefieres la distancia.
–Pero, ¿qué tiene que ver? tuviste padres y de seguro eran una pareja.
–No sabes nada de mi vida, nada es lo que parece en las putas familias. –Sin contenerse aventó el plato hacia el suelo enfurecida.
Dayana dio un pequeño salto al asustarse con el sonido del cristal rompiéndose, pero no le dio mayor importancia.
–Discúlpame, es solo que yo no tuve una familia. –Con una delicada voz Dayana hablo tranquilamente.
–Lo lamento, pero eso debió ser un alivio. Créeme, me habría ido mejor –Stephanie apartó la mirada mientras proseguía–. Ya dejemos esto ¿vale?
–Está bien, es solo que deberías darle la oportunidad, pude ver que él está enamorado de ti.
Dayana se alejó un poco de la mesa y miró a Stephanie impaciente.
–Se cómo termina, no quiero otro herido que lamentar".
"–Ella lo supo, éramos iguales, algo estaba mal en nuestro interior. Mierda, aléjate de mí, no soy algo que te convenga.
–No eres algo eres alguien y no me iré, punto. Te enamorarás de mi como yo estoy enamorado de ti.
–No sucederá. –Las lágrimas caían gota a gota sin que ella se inmutara, ya era tan normal que no les prestaba importancia.
Enrique le besó la mejilla, lo cual hizo que llorara aún más. Ella sonrió un poco, una sonrisa torcida a medio llenar.
–Eso no me ayuda. –Colocó la mano delicadamente tras de su propio cuello y presionó las uñas, Enrique la miró sorprendido y un tanto asustado; las lágrimas cesaron mientras las gotas de sangre dibujaron hermosas líneas en su espalda.
Las cortinas ondeaban debido al viento y la lluvia, pero ni Enrique ni Stephanie deseaban moverse para cerrarlas, el aroma era placentero y fresco. Ella soltó su mano y lo miró atentamente, su rostro demostraba algo de confusión.
–¿Ves? no soportarías conocer todos mis secretos.
–No necesito saberlos todos para comprender que mi corazón te escogió".
"–Me gustas, pero perturbas mi control, no sé cuánto aguantaré…
Las pupilas de Stephanie eran grises preciosamente enmarcadas por sus pestañas, eran los ojos más lindos que él había visto, notaba el peligro latente, pero deseaba más, deseaba que consumaran su ansia y no se daría por vencido, aunque ella terminase matándolo".
"–¿Qué demonios piensas? –Lui la miró y su voz se tornaba poco a poco más grave.
Stephanie le dio un giro a su muñeca y el arma quedó apuntando hacia ella, la colocó sobre la cama y los miró, sus ojos parecían tranquilos, pero no podían evitar sentirse desconcertados, que querría decir ese gesto…
–Mátenme. –Stephanie los miró muy seria, su voz se volvió grave, casi ronca, era evidente que reprimía lo que sentía.
Dayana se incorporó y la abrazó, entre lágrimas y sollozos le dijo lo que sentía, a su vez Enrique las miró de pie, cerca de ambas, era como si supiera que uno de los dos debía morir y se reusaba a dejar que ella se fuera tan rápido de este mundo.
–¿Qué dices?, No, no, no, tú no puedes pedirnos eso, no tiene sentido luchar tanto para que termines dándote por vencida sin intentarlo".
"–Lo que faltaba, mi querido amigo– dio unos pasos y se dirigió hacia la rocola, Dayana lo ignoró y volvió a lo que limpiaba–. Espero que Lui este bien dentro... –Lui caminó lentamente dirigiéndose a Dayana, la cual estaba de espaldas lavando los trapos de limpieza.
–Hablaba del disco de Lui Armstrong. –Lui la observó y alzando las cejas le extendió el ramo de rosas blancas.
–Gracias, pero no las quiero –la voz de Dayana era seca y sin rastros de alegría por el regalo.
–Que cruel, en verdad eres mala, ofenderme así… yo solo quiero darte una ofrenda sincera de paz.
Bajando los ojos, tornando la voz algo ronca, la miró y le lanzó una sincera sonrisa, podía notarse su preocupación.
–Está bien, gracias, como supiste... Olvídalo ya lo sé, seguro lo viste como lo hace ella. –Dayana se giró para llevar el ramo tras el mostrador y ponerlo en una vasija de metal que parecía pertenecerle a la confitería, dado que tenía grabado en color verdoso casi negro la palabra bastones de caramelo.
–Pude verlas mientras te cuidaba, por lo cual sé que las rosas son tus favoritas y que amas el color azul.
–¿Quién te dio el permiso de ver mi vida? –Dayana estaba tan molesta que dejó caer la vasija regando las flores y el agua en sus pies–. Maldita sea... el pasado es pasado, déjalo así... parece que jamás podré olvidarlo, gracias por nada, vete –los gritos de Dayana resonaban hacia la calle, dado que estaba casi junto a una de las ventanas".
"–Es momento de irme, ¿segura que no deseas compañía?, bueno tienes a Ross, pero me refería a…–Sin el valor para encarar las cosas dejó de hablar, mientras el pequeño perrito se removía en el sofá de terciopelo que usaba como cama.
–No es por ti, solo no quiero que peligres, déjame estar con mis demonios".
Stephanie Martínez
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