martes, 22 de febrero de 2022

Citas: Diario de un vampiro en pijama - Mathias Malzieu

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"6 de noviembre de 2013

«Haces demasiadas cosas al mismo tiempo, ya no tienes veinte años», me decían.
Ya descansaré cuando esté muerto".

"Siempre he soñado con ser un superhéroe, principalmente para salvarme a mí mismo.
Pero acabar con mis demonios sería demasiado sencillo, en realidad los necesito. Si los mato, me mato".

"Perder a mi madre marcó un antes y un después en mi bulimia creativa. Desde entonces no ha dejado de crecer. A cada cual sus muletas, las mías son peonzas eléctricas: solo puedo apoyarme en ellas cuando están en movimiento. Las reglas son simples: no detenerse, tampoco frenar y sobre todo no permanecer encerrado en ninguna parte, ni en sentido literal ni en el figurado. Hacer el tonto poéticamente es un oficio estupendo".

"Imposible retroceder ni reducir la marcha. Tengo que hacerlo todo a fondo. Inventar historias verdaderas me hace profundamente feliz. Vivirlas y compartirlas, todavía más. Trato de concentrarme en esa realidad".

"—¿Tendré que dormir aquí?
—El médico se lo confirmará, pero me parece que sí, señor Malzieu —me responde una enfermera enmascarada.
Los cubiertos vienen en una bolsita de plástico que la auxiliar de enfermería rompe para que yo los coja sin que ella tenga que tocarlos. Nunca habría imaginado que el infierno fuera un lugar tan limpio".

"Algo sucede en la cámara de la esclusa. Reconozco la silueta de Rosy. ¡Por fin entra!
Un soplo de vida. Está inquieta, pero me tranquiliza. Sus abrazos son para mí como un refugio. En mi libro anterior, inventé la historia verdadera de nuestro encuentro. El beso más pequeño recogía los pedazos del corazón hecho trizas por el duelo amoroso de un inventor depresivo e infradotado. Volvía a pegarlos, pedazo a pedazo, con paciencia apasionada. Y eso es exactamente lo que sucedió. Hasta el seísmo incomprensible que hoy me sacude.
Rosy se apoya en la cama al borde del vacío. Con su indumentaria de otro mundo, al que hace solo unas horas también yo pertenecía. Los colores, el viento, los coches y los árboles han quedado encerrados al otro lado de la ventana. Ya no puedo tocar nada, ver, oír. Me acurruco en el nido de mis propios brazos, rodeado por los de mi amada".

"—A ver, ahora voy a pinchar…
¡Y vaya si pincha! ¡Aunque «atravesar» hubiese sido más exacto! Clava el instrumento en el esternón con ambas manos y ayudándose con todo su peso para traspasar la piel hasta lo más profundo del hueso. Es como si me apuñalasen con una banderilla. Me esfuerzo por mantener una respiración regular y por no mirar demasiado lo que está sucediendo.
—A ver, ahora voy a aspirar…
Mis costillas parecen despegarse, es como si me arrancase la caja torácica. ¡Duele como un navajazo! Se me corta la respiración, el corazón me estalla. Por fin retiran el arpón.
—¡Ya está, puede usted respirar!
No lo consigo porque, por un momento, soy una puta trucha y ya no sé cómo se respira".

"—¿Cómo se siente, señor Malzieu? —Controla su tono con cautela. No permite sobrentendidos…—. Ya tenemos un primer resultado… No hay blastos, así que no padece usted una leucemia aguda.
—¿Una leucemia… aguda?
—Sí. He preferido no decirle nada hasta ahora, pero eso es lo que nos hacían temer los análisis.
¡Leucemia aguda! Solo mencionar esas dos palabras me viene a la mente una lluvia de ataúdes".

"12 de noviembre de 2013

Poco a poco, los análisis emiten su veredicto: «Aplasia medular», también conocida como interrupción del funcionamiento de la médula ósea. Una enfermedad de la sangre tan grave como rara. Es «idiopático», como ellos dicen, no se conoce la causa. Imagino que mis excesos de nuggets-crepes y otras Cocas con un poco de whisky tendrán que ver con ello, aunque por lo visto no. ¿El rock? ¿La melancolía? ¿El sufrimiento amoroso? ¿La alegría rabiosa? ¿La falta de sueño? ¿El duelo padecido? ¿La Nutella?
Tampoco. Es una lotería, un accidente biológico. Puede pasarle a cualquiera aunque no le pasa a casi nadie. No hay más de un centenar de casos en Francia. En su mayoría, niños o gente mayor. Soy un objeto de coleccionista".

"—No es un cáncer, aunque los síntomas son idénticos a los de la leucemia… El tratamiento será muy parecido, y vamos a tener que considerar el trasplante de médula ósea —me dice delicadamente la hematóloga.
Me quedo de piedra, Rosy todavía mueve las pestañas.
—Me explicaré mejor: no tiene usted células malignas, sino que son sus propios anticuerpos los que se vuelven contra usted y atacan a sus células… Se comportan con su médula ósea como contra un virus, no sabemos bien por qué.
De repente me he convertido en mi propio enemigo. El vampiro que me chupa la sangre no es otro que yo mismo".

"—Los anticuerpos funcionan a la manera de un ejército programado para defenderle, pero algo le ha hecho creer a ese ejército que está luchando contra un cuerpo extraño, y la ha tomado con sus glóbulos. Es lo que llamamos una enfermedad autoinmune.
Un bug… Me he convertido en hacker del sistema inmunitario, sin escrúpulos, de pronto me autodestruyo. Soy mi propio cáncer".

"Me han sacado tubos y tubos de sangre, me han clavado en la espalda unos arpones para hacerme lo que ellos llaman «biopsia de médula» y al final he podido irme a casa. A condición de volver por lo menos una vez a la semana para una transfusión. En adelante, necesitaré la sangre de otros para vivir. Es oficial, me he convertido en un vampiro".

"Para regresar al mundo de los vivos, necesitaré un trasplante de médula. Un tratamiento duro, tal vez imposible de soportar. En internet dicen que puedo morir".

"Lo que van a trasplantarme no es un reloj de cuco en lugar de un corazón helado, pero, como en La mecánica del corazón, será cuestión de vida o muerte. Esta vez la realidad supera la (ciencia) ficción".

"Hoy tengo una cita en una sala de cine para ver un pase de la película. Llevo seis años esperando este momento. Hemos luchado como locos y estamos orgullosos de presentar La mecánica del corazón. Y sin embargo, me siento como un extraño espectador que ve una película rodada dentro de su corazón".

"Me presento en la recepción de la policlínica, donde unas guirnaldas tratan de decorar la sala de visitas. Una dama con la mollera vacía y un esfínter en lugar de corazón lanza sus maldiciones de Scary Christmas. Aunque le enseñe la cita en el móvil, que me llegó por correo electrónico estas navidades, ella necesita «el papel». En el correo figura mi nombre y el nombre del médico que trabaja en el piso de abajo, pero ella quiere «el papel». ¿Ni siquiera para archivarlo o algo así? No, es solo porque ella tiene que ver «el papel»".

"Amo demasiado la vida para aceptar la idea de la muerte".

"Cada uno sufre con aquello que no decimos, pero el épico aliento de nuestra complicidad padre-hijo sigue resistiendo".

"En la habitación de al lado, oigo:
—¿Sabe usted que hoy le toca un mielograma?
—Lo sé, lo sé… ¡Acabarán por aspirarme el alma!
La voz de ese hombre parece salir del libro de Whitman. Describir con semejante precisión la sensación que produce esa «prueba un poco desagradable llamado mielograma»… Aquí todos estamos en las mismas. Hasta los fantasmas de los poetas sufren el castigo del arpón en el esternón.
Estoy tenso como un arco. Después, voy yo. «¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!» ¡Logre tu potencia poética atenuar el dolor!".

"Todavía sigo creyendo en Papá Noël y confiando en que llegue Mamá Médula, aunque tengo mis dudas. ¿Pueden encontrar a un donante o ya han rastreado todo el fichero mundial? Las respuestas de mi hematóloga de voz dulce son vagas. Hace malabarismos con la esperanza como si fueran bolas de porcelana. Consigue que no se le caigan".

"El sueño no llega. Voy desnudo a buscar una Coca-Cola de la nevera. Bebérmela helada hasta llorar burbujas. Tomarme algo a las cuatro de la mañana mirando cómo centellean las estrellas a lo lejos, en la bruma, igual que fuegos artificiales fallidos.
Mirar cómo duerme Rosy, sus pechos abultando el edredón como islas flotantes. Ver cómo el amanecer borra la luna con su goma en forma de nube. Tomarme una dosis doble de somníferos y por fin desplomarme".

"6 de febrero de 2014

He hecho media hora de bicicleta estática mirando por la ventana y escuchando en el iPhone a Ennio Morricone. Frente a un decorado inmóvil, si quieres avanzar tienes que buscar las ganas en lo más profundo de ti".

"Tengo la impresión de estar en la serie House. Nunca he visto un episodio entero, seguramente debería haberlo hecho. Mi cuerpo ya no me pertenece. Estoy a punto de transformarme en una salchicha envasada al vacío".

"Observo mi reflejo en el espejo que uso para afeitarme. Mis mejillas se han convertido en mofletes. Oh, por cortesía de la cortisona estoy convirtiéndome en un hámster. Podría haberme transformado en un murciélago como cualquier vampiro, pero no, si eres pelirrojo te conviertes en hámster".

"—¿De qué grupo es usted? —me pregunta.
—Dionysos —respondo.
–Me refería al grupo sanguíneo.
—Ah, sí… O positivo".

"Me cambia la tirita del catéter, pues al sudar en la bici la he estropeado. Me he ganado una «depilación gratuita». Esta frase es un clásico entre las enfermeras, la repiten antes de arrancarme una tirita y, con ella, unos cuantos pelos. Esta enfermera tiene una técnica infalible para que la operación resulte lo menos dolorosa posible.
—¿No le hago daño?
—¡Lo sé! —le he dicho.
—Era una pregunta –me ha contestado sonriendo.
—Y lo mío una respuesta".

"Estar enfermo es sentirse niño y viejo al mismo tiempo".

"—¿Necesita usted algo, señor Malzieu?
—¡Sí, unos besitos! ¡Estoy hasta las narices de no recibir besitos!
Ella se rió detrás de su mascarilla y la noche siguiente me trajo una hoja de papel plastificado donde había escrito «Buenas noches» y dos besos en rojo. Las imagino a ella y a su auxiliar de enfermería besando la hoja en blanco y metiéndola en el plástico para luego desinfectarlo. Después se ponen la mascarilla, el gorro y la bata para traérmelo. El placer de un gesto hermoso. Dos bocas en forma de corazón que contribuirán a que mi espíritu pueda cantar. Templar los nervios a través de la risa".

"Voy a tener que dosificar hasta el galope-ciclista. Con los glóbulos rojos tan bajos, me falta oxígeno en la sangre. Estoy lleno de calambres. No me quedan ganas de telefonear y anunciar las malas noticias. Mi padre, mi hermana y Rosy tenían tantas esperanzas de que saliese… Es un gran domingo de derrota en el campeonato de futburbuja.
Nunca he sabido jugar para empatar. Sólo sé ganar o ultra-perder, y hoy me he perdido un poco".

"Coqueteo con un viejo y oxidado sueño: cortar el cordón de la perfusión y ponerme mi disfraz de hombre normal que aguarda en el armario de formica. Bajar la escalera sigilosamente, en calcetines. Atravesar la sala de urgencias en sentido inverso y llegar a la calle. Sentarme en una acera y calzarme los zapatos respirando el aire fresco nocturno. No volver a caminar sobre tubos de plástico. Correr solo, llamar a un taxi que no se detendrá. Entrar en un bar, pedir varias raciones de patatas fritas, todas las Coca-
Colas imaginables y una botella de whisky.
Puede que morder, en todo caso besar. Contarle mi historia a un viejo al que no le importa. Llamar a los amigos y quedar con ellos. Por la noche, mentirles explicándoles que ya he salido. Quitarme la chaqueta mientras suelto dos grandes carcajadas.
Entonces el tubo plástico recién cortado sonaría con un ding al golpear el borde del plato de porcelana. «La menor», diría yo. «¿Se ha escapado usted del hospital?», preguntaría una hermosa camarera con cierta inquietud.
Salir corriendo al ralentí, sofocado como una vieja cabra. Aprovechar un semáforo en rojo para pillar un taxi. Amenazar al taxista con una pistola de orina. «O me llevas a casa o te disparo mi pis a los ojos.» El conductor que da un frenazo ante una comisaría.
Saltar del coche y rodar por el asfalto. Sangrar como un géiser por el codo. Cruzar mi mirada con la de una chica un poco borracha en el paso de cebra: «Oye, ¿tú no serás el cantante de Mickey 3d?». Apuntarle con mi pistola de orina. No tener ya fuerzas para hacerme con un taxi ni para pedir otro. Sentir cómo me asalta una oleada de lágrimas.
Desear regresar al hospital, no encontrarme tan mal en esta cama. Adormecerme unos segundos y deslizarme en el sueño de un western bajo la lluvia".

"Última charla nocturna con las ninfermeras. Albergo la nueva esperanza de no volver a verlas, a pesar de que las amo. Soy un vampiro del amor. Ellas son cigüeñas.
Contrabandistas de frágiles globos. Acompañan a los pacientes de principio a fin.
Dicen que es normal, que es su trabajo. Arañas tejedoras de algodón que suavizáis los afilados ángulos de esta burbuja, nunca os estaré lo bastante agradecido".

"Hoy es mi cumpleaños. Cumplo cuarenta. Todavía no sé de qué voy a disfrazarme. Ya he hecho de Jedi, Spiderman, hombre-reloj y pequeño gigante. Ser solo uno mismo es complicado, pero ahora me apetece disfrazarme de mí".

"Un poco antes, me había regalado un sillón en forma de huevo gigante. Hacía años que soñaba con tener una de esas cosas. Se ha convertido enseguida en mi cabaña de escritura, el mirador de mis mundos imaginarios. Interior rojo como las butacas de un cine, exterior blanco como una mesa lacada de los años setenta. Te pasarías la noche ahí sentado, durmiendo, tan a gusto se está, bien acurrucado. En él escribo, duermo, leo, canto, escucho música, doy besitos y me zampo mis pastelitos. Me percato de que dentro el sonido es extraordinariamente suave. Entonces me digo que tengo que grabar en ese huevo. Tanto para captar ese sonido tan particular, como para divertirme. Cocino mi imaginario en este huevo, lo agito y lo mezclo con la realidad. En él salvaguardo mi capacidad de admiración, la protejo de los tsunamis de dudas que fluyen por mis venas. Protejo los sueños que me quedan".

"Este sueño de instantaneidad responde al hecho de estar confinado en mi domicilio. Se trata de fabricarse las herramientas para salir a la aventura por la casa, a la caza de la improvisación y la posibilidad de compartir, que es cuanto me está prohibido en el hospital. Viajar desde mi casa, viajar hasta mi casa.
Cuestión de sobre-vivir".

"Todo cobra cuerpo. Por supuesto, siempre habrá quien encuentre la forma de ponerle peros a tus sueños. «¿Vinilos? Pero si ya nadie escucha vinilos» o «¿No crees que todo eso te agotará?». En el fondo tienen razón. Precisamente porque les asiste la razón, no tienen en cuenta la pasión".

"Comienza una nueva cuenta atrás. Voy a tratar de salvar la vida gracias al cordón umbilical de una nueva madre biológica.
Y voy a nacer por segunda vez. Lo cual implica que también tendré que morir un poco".

"La enfermedad no entiende de fines de semana ni de vacaciones, está de guardia veinticuatro horas al día siete días a la semana, pero creo que puedo decir con toda la calma y el empeño posibles que me siento afortunado. Siento una fuerza nueva que se apodera de mí bajo las toneladas de plomo que ralentizan mis pasos".

"¡Soy el vampiro del amor, mi corazón sigue latiendo, estoy vivo!".

"Walt Whitman me hace compañía en la sala de espera del escáner. Llevo su libro en la mochila, con las armónicas y L’Équipe. ¿A santo de qué aparece Walt Whitman en la sala de espera de un escáner, si está muerto y bien muerto desde el 26 de marzo de 1892? ¿Acaso los fantasmas de los poetas siguen comprobando el correcto funcionamiento de su cuerpo? Comportarse de ese modo, ¿sería una prueba de esperanza melancólica? Walt Whitman o su doble se levanta cuando lo llaman. Desaparece en el pasillo. Me pregunto si los médicos saben con quién están tratando".

"Entrego mi carnet de identidad y me siento en la sala de espera. Somos cuatro, yo soy el más joven. Esta situación es tan insoportablemente triste y alegre que me entran ganas de bromear. Y es que aquí estamos todos, para tratar de salvar al hijo que todavía no tenemos".

"Al salir del hospital camino un poco. Me compro unos pastelitos y finjo que vuelvo a ser normal. Yo, como todo el mundo, retiro líquido. Lo único es que la gente, en su cuenta bancaria, deposita dinero, y yo espermatozoides. Pero ante el mostrador con mi cruasán matutino, soy como cualquiera de ellos".

"Tenía miedo, pero estaba preparado. Paciencia… Aprender ahora y siempre a dominar el (contra)tiempo…".

"Cuando entras en una habitación aséptica te roban muchas cosas. La libertad, la intimidad, a veces el cabello. Pero no tener que llevar durante toda la jornada el pijama de presidiario exhausto ayuda a resistirse a la desapropiación de uno mismo".

"Hoy me convertiré en el hijo de una segunda madre biológica. La sangre extraída de su cordón umbilical y congelada a menos de -190 ºC desde el 12 de julio de 1999 correrá por mis venas. En aquella época tenía el pelo largo, estaba enamorado de una chica mayor que yo y acababa de pasar un mes en San Francisco para grabar un disco con el grupo. Me gustaría saber en qué pensaba el día que aceptó regalar su cordón.
¿Quién será? ¿Mi vecina? ¿Una india? ¿Björk? Quizá esa mujer vaya a salvarme la vida. Un día, a mí también me gustaría salvársela a alguien".

"Me encanta creer y me he convertido en un soñador profesional, pero prefiero ser yo quien decide en qué creer".

"Soy un hombre muy viejo en camiseta de Spiderman. Ya no duermo, ya no me despierto. El invierno atraviesa mi ventana. Nieva en mi habitación y, dentro de mi cabeza ardiente, los copos no se funden. Mi embarcación se va río abajo, hacia oscuras comarcas que hasta la fecha me eran del todo desconocidas. Hay que ser un experto en esperanza para acariciarla apenas de muy lejos".

"Me quedo despierto toda la noche. La vieja llama en mi interior no quiere extinguirse. 
Apenas queda nada más que los nervios para resistir. Esta vez tengo la impresión de que, si me duermo, ya no despertaré".

"Al regresar al hospital me ha tocado un taxista de antología. Subo en el taxi. Me echa una mirada por el retrovisor. Ni un saludo.
—Buenos días, querría ir al hospital Saint-Louis, avenida Claude-Vellefaux número uno, por favor.
—Huele usted mal. ¿Qué es ese medicamento?
—Es líquido desinfectante para las manos, es difícil estar más limpio".

"Miro una última vez mi habitación antes de cerrar la puerta con cierto temor. Es casi tan
 urbador como cuando abandoné el apartestudio para iniciar el proceso del trasplante.
Tengo ganas de tomar fotos. Las enfermeras me han explicado que algunos pacientes necesitan olvidar la hospitalización, yo necesito recordarla. Ese deber de memoria ha quedado impreso en lo más hondo de mi ser".







Mathias Malzieu

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