"Otras personas que iban de visita por el piso del muelle de Conti: un joven ruso, Georges d’Ismailoff, que estaba tuberculoso pero siempre salía sin abrigo durante los gélidos inviernos de la Ocupación. Un griego, Christos Bellos. Había perdido el último paquebote que salía para América,
adonde iba a reunirse con un amigo. Una muchacha de la misma edad, Geneviève Vaudoyer. De ellos, solo quedan sus nombres".
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"Curiosa gente. Curiosa época entre dos luces. Y entonces es cuando se conocen mis padres, en esa época, entre esas personas que se les parecen. Dos mariposas extraviadas e inconscientes en una ciudad sin mirada".
"Pero no hay que hablar en lugar de los demás y siempre me ha resultado violento romper los silencios, incluso cuando duelen".
"Dejando aparte a mi hermano Rudy y su muerte, creo que nada de cuanto cuente aquí me afecta muy hondo.
Escribo estas páginas como se levanta acta o como se redacta un currículum vitae, a título documental y, seguramente, para liquidar de una vez una vida que no era la mía. Solo es una simple y fina capa de hechos y gestos".
"Cojo la sarna. Voy a ver a una doctora cuyo nombre he
encontrado en la guía de teléfonos de Annecy. El estado de debilidad en que me hallo parece asombrarla. Me pregunta: «¿Tiene usted padres?». Ante esa solicitud y esa ternura maternal tengo que contenerme para no echarme a llorar".
"Voy a seguir desgranando esos años sin nostalgia, pero con voz presurosa. No tengo la culpa de que las palabras se me apelotonen. Tengo que darme prisa o se me acabará el valor".
"1963. 1964. Los años se confunden.
Días de lentitud, días de lluvia… No obstante, a veces disfrutaba de un estado irreal en el que me evadía de tanta grisura, una mezcla de embriaguez y somnolencia, como cuando caminamos
por la calle en primavera después de una noche en vela".
"Y van sucediéndose acontecimientos mínimos que le resbalan a uno sin dejarle demasiadas huellas".
"Aquella noche me sentí ligero por primera vez en la vida. La amenaza que pesaba sobre mí todos aquellos años y me obligaba a estar continuamente en
guardia se había disuelto en el aire de París. Había zarpado antes de que se derrumbara el pontón podrido. Por poco".
Patrick Modiano
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