"Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy". "Escogía los libros de la biblioteca a conciencia. En nuestra casa había libros, por supuesto; los libros ocupaban dos paredes del despacho de nuestro padre, pero a mí me gustaban los cuentos de hadas y los libros de historia, y a Constance le gustaban los de cocina. El tío Julián nunca tocaba un libro, pero por la tarde, cuando trabajaba en sus papeles, le gustaba mirar a Constance mientras leía, y a ratos volvía la cabeza para observarla y asentía. —¿Qué lees, querida? Qué bonita imagen, la de una mujer con un libro". "«A los Blackwood siempre les ha gustado comer bien». Esa era Mrs. Donell, que hablaba abiertamente desde algún lugar detrás de mí, y alguien soltó una risita mientras otro decía «chsss». Yo nunca me volvía; ya tenía bastante con saber que estaban a mis espaldas como para encima mirar sus insípidas caras grises y sus ojos llenos de odio. Desearía que estuvierais todos muertos, pensé, y me sentí tentada de decirlo en voz alta". "Nunca me sentía culpable de esos pensamientos; solo deseaba que se hicieran realidad. «No está bien que los odies —me decía Constance—, eso únicamente te perjudica a ti», pero yo los odiaba de todos modos, y me preguntaba si su existencia tenía algún sentido". "No necesitaba mirar para ver las muecas y los ademanes; deseé que todos estuvieran muertos y caminar sobre sus cuerpos". "Merricat, dijo Connie, ¿una taza de té, querrás? Oh, no, dijo Merricat, me envenenarás. Merricat, dijo Connie, ¿quieres ir a dormir? ¡Bajo tierra te vas a pudrir!". "Resultaba extraño estar dentro de mí misma, caminando rígida frente a la cerca con paso seguro, pisando con firmeza pero sin prisa porque lo habrían notado, estar dentro de mí misma y saber que me estaban mirando; me escondía muy adentro pero podía oírlos y verlos por el rabillo del ojo. Deseé que estuvieran todos muertos, tirados por el suelo". "Sus lenguas arderán, como si hubieran comido fuego, pensé. Cada vez que pronuncien una palabra, sentirán las llamas en la garganta y un tormento más abrasador que mil fuegos en sus vientres". "Helen Clarke no dejaba de comer emparedados, y pasaba por delante de Constance cada vez que se hacía con uno. En ningún otro lugar se comportaría de este modo, pensé, solo aquí. Nunca se preocupa de lo que Constance o yo pensemos de sus modales; simplemente cree que estamos muy contentas de verla. Vete, le dije para mis adentros. Vete, vete". "Helen Clarke dijo: —¿De verdad creéis que la gente tiene miedo de venir a veros? —Y entonces el tío Julian se detuvo en la puerta. Se había puesto su mejor corbata para tomar el té y se había lavado la cara con tanto afán que la tenía rosada. —¿Miedo? —preguntó—. ¿De venir aquí? —Saludó a Mrs. Wright desde la silla y luego a Helen Clarke—. Señora —dijo, y repitió—: Señora. Yo sabía que era porque no recordaba el nombre de ninguna de las dos, si es que las había visto antes. —Tiene buen aspecto, Julian —dijo Helen Clarke. —¿Miedo de venir aquí? Debo disculparme por repetir sus palabras, señora, pero estoy asombrado. Mi sobrina, al fin y al cabo, fue absuelta de la acusación de asesinato". "El sábado por la mañana me desperté y pensé que ellos me estaban llamando; es hora de que me levante, pensé antes de estar despierta del todo y acordarme de que estaban muertos". "Los miércoles por la mañana siempre recorría la cerca. Sentía la necesidad de comprobar constantemente que los alambres no estuvieran rotos y las puertas estuvieran bien cerradas. Yo misma podía hacer los arreglos, uniendo el alambre allí donde hiciera falta, ajustando las tiras flojas, y para mí era un placer saber, cada miércoles por la mañana, que estaríamos a salvo una semana más". "Decidí escoger tres palabras poderosas, tres palabras que me protegieran; mientras esas grandes palabras no se pronunciaran en voz alta no se produciría ningún cambio". "—Buenos días, Mr. Blackwood —dijo con voz apacible—, ¿cómo se encuentra hoy? —¿Dónde está el viejo tonto? — preguntó el tío Julian, como siempre—. ¿Por qué no ha venido Jack Mason? Constance había llamado al doctor Mason la noche en que murieron todos. —El doctor Mason no ha podido venir hoy —contestó el doctor, como siempre—. Yo soy el doctor Levy. He venido a verlo en su lugar. —Prefiero ver a Jack Mason. —Lo haré lo mejor posible. —Siempre dije que sobreviviría al viejo tonto. —El tío Julian se rio brevemente—. ¿Por qué está fingiendo conmigo? Jack Mason murió hace tres años. —Mr. Blackwood —dijo el doctor—, es un placer tenerlo de paciente. Cerró la puerta sin hacer ruido". "—¿Estás preocupada? —Sí. Mucho. —¿Se va a morir? —¿Sabes lo que me ha dicho esta mañana? —Constance se volvió, apoyándose en el fregadero, y me miró con tristeza—. Pensaba que yo era la tía Dorothy, y me ha cogido la mano y ha dicho: «Es terrible ser viejo, y limitarte a estar aquí tumbado preguntándote cuándo va a suceder». Casi me ha asustado". "—Siempre estaremos juntas, ¿verdad, Constance? —¿No estarás pensando en irte de aquí, Merricat? —¿Adónde íbamos a ir? —le pregunté—. ¿Dónde podríamos encontrar un lugar mejor que este?¿Quién nos quiere, allí fuera? El mundo está lleno de gente mala". "—Tío Julian, es un placer verle por fin. —Charles. Tú eres el hijo de Arthur, pero te pareces a mi hermano John, que está muerto. —Arthur también está muerto. Por eso estoy aquí". "—Me habría gustado venir antes, tío Julian. —Puede ser. La juventud es muy curiosa. Y una mujer con tan mala fama como Constance debe de resultar un personaje romántico para cualquier joven". "—Anoche cenaste aquí y te has despertado vivo —dijo Constance; yo me reía pero ella parecía enfadada. —¿Qué? —preguntó Charles—". "Me había preparado lo que le iba a decir antes de sentarme a la mesa. —La Amanita phalloides —empecé— contiene tres sustancias venenosas. Está la amanitina, que actúa despacio y es la más potente. Está la faloidina, que hace efecto al instante, y está la falolisina, que disuelve los glóbulos rojos, aunque es la menos potente. Los primeros síntomas aparecen entre siete y doce horas después de ingerirla, y en algunos casos incluso al cabo de veinticuatro o cuarenta horas. Los síntomas comienzan con violentos dolores de estómago, sudor frío, vómitos… —Óyeme bien —dijo Charles, soltando el pollo—. Basta ya. Constance se estaba riendo. —Oh, Merricat —exclamó, escapándosele la risa entre las palabras—, mira que eres tonta. Yo le enseñé —le explicó a Charles— que hay setas venenosas junto al arroyo y en los campos y le hice aprender cuáles eran mortales. Oh, Merricat. —La muerte llega entre cinco y diez días después de ingerirla —añadí yo. —No me parece divertido —sentenció Charles. —Tontuela —dijo Constance". "—Hace que el tío Julian esté peor. —Solo intenta que el tío Julian no esté pensando en cosas tristes todo el tiempo. Y yo estoy de acuerdo con él. El tío Julian debería estar contento. —¿Por qué debería estar contento si se va a morir?". "Intenté pensar en él con benevolencia, porque si no lo hacía iba a ser incapaz de hablarle con amabilidad, pero al imaginarme su enorme cara blanca sonriéndome desde el otro lado de la mesa o controlando cualquiera de mis movimientos me entraron ganas de golpearle hasta que se marchara, me entraron ganas de darle patadas una vez muerto, de verlo yacer sobre el césped". "Me quedé sentada en silencio, escuchando lo que casi había dicho. El tiempo se estaba acabando, se abatía sobre nuestra casa y me aplastaba. Pensé que había llegado el momento de romper el gran espejo del vestíbulo, pero entonces se oyeron los pasos pesados de Charles, que bajaba la escalera, cruzaba el vestíbulo y entraba en la cocina. —Bueno, bueno, todo el mundo está aquí —dijo—. ¿Qué hay de cenar?". "—Tío Julian. —Charles se levantó y se dirigió hacia el tío Julian, que estaba sentado a su mesa. —No toques mis papeles —dijo el tío Julian, mientras los tapaba con las manos—. Aléjate de mis papeles, malnacido. —¿Qué? —preguntó Charles. —Lo siento —se disculpó el tío Julian con Constance—. No es un lenguaje apto para tus oídos, querida. Solamente dile a este malnacido que no se acerque a mis papeles".
"La gente suele deshacerse de lo que no entiende". "La gente trata de encasillar lo que no comprende para poder olvidarlo y seguir con su vida ordenada". "Antes de que la directora diera por concluida la sesión me fijé en las piernas de Iris: las movía compulsivamente, como si estuvieran presas de un tic nervioso. Debía de ser miedo. Puro miedo". "Ah, hola. Buenos días he contestado, intentando no reírme. Buenos días. ¿No te gusta tu nombre?, le he preguntado. No. No es que esté mal, es que está ligado al pasado y, no sé, me gustaría cambiar. Y quizá la mejor forma de empezar es cambiarme el nombre". "Encantada de conocerte, Greco le he dicho al tiempo que le tendía la mano. Él me la ha estrechado con firmeza y eso me ha encantado. No soporto a los tíos que te saludan con la mano floja como si tuvieran miedo de que fueras a romperte por el simple hecho de ser chica". "Nos hemos quedado unos segundos callados, sin saber qué decir. Los primeros rayos del sol empezaban a colarse por entre los árboles. Es extraño: aquí no se escucha nada, ni siquiera los pájaros. Lo ha dicho sin mirarme, como si se lo dijera a sí mismo. Tiene razón. Dentro de estos muros el silencio es como si estuviera vivo. Se siente tan presente, tan pesado, como si fuera un manto que cubriera todo este lugar perdido en mitad de la nada". "Estamos al menos cinco minutos de silencio, inmóviles, temerosos de que aquella criatura vuelva a hacer aparición. Finalmente, me incorporo y me atrevo a decir lo que estoy segura que mis dos amigos piensan: Tenemos que escapar de este lugar cueste lo que cueste". "En todo aquel miedo había una dosis de aventura que en realidad era lo que nos hacía sentirnos activos. Aunque sabíamos que si nos pillaban se acababa nuestra historia, el secreto nos hacía sentirnos fuertes". "Greco sale al exterior y nosotras lo seguimos. A lo lejos, la luz de la luna dibuja el lateral del edificio del comedor y, un poco más allá, el edificio de la directora y los monitores. Y, justo después, recortada en la noche, la torre gris, como una pieza gigante de ajedrez. Encima, como si de un faro se tratara, una potente luz barre la oscuridad. Parece que estamos prisioneros en un campo de concentración digo". "Piénsalo: ¿no te gustaría olvidar los errores del pasado y empezar de nuevo libre de cargas? No. No hay que olvidarse de los errores le he contestado y, al hacerlo, he sentido que estaba hablando más para mí misma que para ella. Los errores forman parte de nosotros, sirven para ayudarnos a crecer". "Los celos son como una llama que me arde dentro". "¿Yo? ¿Tienes algún chico especial? Al escucharle decir «especial» casi me da la risa: sí, sin duda Greco está tan nervioso como yo. ¿Aparte de ti?, le digo con toda la coquetería de la que soy capaz, que, teniendo en cuenta que llevo puesto un triste chándal gris, no es mucha. Greco calla. Estoy tan cerca de él que puedo escuchar cómo traga saliva. Me pregunto si habré metido la pata. Típico de mí: «eres demasiado lanzada, Iris, asustas a los chicos», me parece escuchar la voz de Ivette. Tú también eres muy especial para mí me dice. Levanto la cara y tropiezo con sus ojos intensos y oscuros, pendientes de mí. Creo que me va a besar. Estoy convencida. Deseo que me bese. Su cara se acerca a la mía, lentamente, y, justo un segundo antes de que sus labios alcancen los míos, se me arruga el corazón: escuchamos un grito". "Todavía miro debajo de la cama antes de irme a dormir. Porque yo sé que los monstruos existen. Y también sé que, tarde o temprano, volverán a por mí".
"Llegué a mi oficio de manera honesta. Quizá «de manera natural» sería un mejor modo de expresarlo. Mi vida nunca se ha caracterizado por hacer las cosas con honestidad. Fui criada en la ciudad por una madre tuerta (la frase con la que empezaré mis memorias) y no puedo decir que fuera una mujer agradable". "En cuanto a los que escogíamos, no los llamábamos pardillos, ni presas ni víctimas. Los llamábamos «Tony», porque así era como se llamaba mi padre, que nunca supo decirle que no a nadie (aunque asumo que se lo dijo a mi madre al menos en una ocasión: cuando le pidió que se quedara)". "Palmas Espirituales (a mí no me miréis, no fui yo quien le puso nombre al negocio) estaba en un barrio de «Tonys» al oeste del centro. Cartas de tarot y bolas de cristal en el escaparate, sexo suave en la parte de atrás. Me presenté allí en respuesta a un anuncio donde pedían una recepcionista. Resultó que «recepcionista» significaba «prostituta»". "Cuando la gente me hacía esa pregunta que todo el mundo hace, «¿A qué te dedicas?», yo respondía «Atención al cliente», lo cual era cierto. En mi opinión, una jornada laboral satisfactoria es aquella en la que has conseguido que un montón de gente sonría. Sé que quizá suena demasiado serio y formal, pero es la verdad. O sea, preferiría ser bibliotecaria, pero me preocupa la estabilidad laboral. Los libros pueden acabar siendo algo temporal; las pollas son eternas". "Las mujeres que venían en grupo eran frívolas, caprichosas, bebedoras, dispuestas a pasar un buen rato. Las que venían solas, sin embargo, querían creer. Estaban desesperadas y su seguro no era tan bueno como para cubrirles un psicólogo. O ni siquiera eran conscientes de estar tan desesperadas como para necesitar uno. Resultaba difícil sentir lástima por ellas. Yo lo intentaba, porque lo último que quieres es que tu quiromante ponga los ojos en blanco ante tu situación. Pero, en fin, vamos a ver. Una casa grande en la ciudad, maridos que no les pegaban y que ayudaban con los críos, profesionales con carrera algunas, miembros de clubes de lectura todas ellas. Y aun así se sentían tristes. Eso era lo que siempre acababan diciendo: «Pero es que me siento triste». Sentirse triste significa, por lo general, tener demasiado tiempo libre. En serio. No tengo un graduado en psicología, pero por lo general significa demasiado tiempo libre". "—Susan, ¿se ha planteado que la casa pueda estar afectando al comportamiento de su hijo? Susan se inclinó hacia delante, con los ojos como platos. —¡Sí! Sí, eso es justo lo que creo. ¿Es una locura? Por eso… por eso he vuelto. Porque… había sangre en mi pared. —¿Sangre?". "Observé la casa y la casa me observó a su vez, a través de siniestros y alargados ventanales, tan altos que un chaval podría haberse puesto de pie sobre sus alféizares. De hecho, uno lo había hecho. Pude verlo cuan largo y delgado era: pantalones grises, jersey negro, corbata granate perfectamente anudada. Una mata de pelo oscuro cubriéndole los ojos. Después, con un movimiento borroso y repentino, se bajó de un salto y desapareció tras las pesadas cortinas de brocado". "—Para nuestro gato, Wilkie —dijo Susan—. El gato más afortunado del mundo: tiene una habitación propia solo para cagar. —Ya le encontrarán algún otro uso. —En realidad es un gato muy cariñoso —dijo ella—. Tiene casi veinte años. Sonreí como si el dato me resultara interesante y agradable". "—Hola, mamá —dijo. Su rostro se transformó de repente, atravesado por una sonrisa luminosa y bobalicona—. Te he echado de menos. El dulce y cariñoso Jack. Estaba realizando una imitación perfecta de su hermano pequeño. Miles se dirigió hacia Susan para abrazarla y, al acercarse, adoptó la postura infantil y de hombros caídos de Jack. La rodeó con los brazos y hundió el rostro en su cuerpo. Susan me miró por encima de la cabeza de su hijastro, con las mejillas encendidas y los labios apretados como si oliera algo desagradable. Miles alzó la mirada hacia ella. —¿Por qué no me abrazas? Susan le dio un rápido abrazo. Miles la soltó como si se hubiera quemado. —He oído todo lo que le has contado —dijo—. Sobre Jack. Sobre la niñera. Sobre todo. Menuda zorra estás hecha".
"Más tarde, puede que alguien encuentre lo que he escrito. Me parece probable, porque está en la naturaleza humana mirar en un libro marcado como Diario después de que su dueño haya muerto". "Cuestión distinta es si alguien las creerá o no. Casi seguro que no, pero no importa. No me interesan las opiniones, sino la libertad, y he descubierto que la escritura puede proporcionármela". "A los noventa años, un hombre debería haber dejado atrás los miedos de la infancia, pero, conforme los achaques me asolan lentamente, como olas que rompen cada vez más cerca de un castillo de arena construido al tuntún, ese horrible rostro se vuelve cada vez más claro en mi imaginación". "Nos resguardábamos, escuchábamos el viento en la chimenea y deseábamos que nadie enfermara, se rompiera una pierna o se llenara la cabeza de malas ideas, como ese granjero en Castle Rock que había descuartizado a su mujer e hijos tres inviernos atrás y luego dijo en el juicio que los fantasmas le habían obligado a hacerlo. En aquel tiempo, antes de la Gran Guerra, casi todo Motton era bosque y pantano, lugares oscuros y extensos llenos de alces y mosquitos, serpientes y secretos. En aquel tiempo había fantasmas por todas partes". "Mi madre me estaba mirando. —Lo prometo —dije. Ella sonrió, pero con esa sonrisa preocupada que siempre parecía tener desde que mi padre trajo a Dan en brazos desde aquel prado. Mi padre había venido llorando y con el pecho descubierto. Se había quitado la camisa para cubrir la cara de Dan, que se había hinchado y cambiado de color. «¡Mi niño! —había gritado—. ¡Oh, mira mi niño! ¡Dios santo, mira mi niño!». Lo recuerdo como si fuera ayer. Fue la única vez que oí a mi padre nombrar al Señor en vano". "Mi madre se acercó a la puerta y me miró, haciéndose sombra con la mano. Aún puedo verla así, y es como mirar una fotografía de alguien que luego fue infeliz o murió de repente". "Miré atrás para ver quién había dado la palmada. Arriba, donde acababan los árboles, había un hombre. Tenía la cara muy pálida y alargada. Llevaba el pelo negro pegado al cráneo y peinado con sumo cuidado hacia la izquierda de su estrecha cabeza. Era muy alto. Llevaba un traje negro de tres piezas, y supe al instante que no era un ser humano, porque sus ojos eran entre rojos y anaranjados, como las llamas de una estufa de leña". "—¡Vaya, si es un pescadorcito! —exclamó con voz suave y agradable—. ¡Mira por dónde! Qué encuentro tan afortunado, ¿verdad, pescadorcito? —Hola —dije. La voz no me temblaba, pero tampoco parecía mi voz. Sonaba mayor, como la voz de Dan, quizá. O incluso como la de mi padre. Y lo único que pensaba era que aquel hombre me dejaría ir si yo fingía no ver lo que era, si fingía no haber visto que había llamas resplandeciendo y danzando donde deberían haber estado sus ojos". "—No es verdad —dije, y entonces sí me eché a llorar—. Mi madre es mayor, tiene treinta y cinco años. Si una picadura de abeja pudiera matarla como a Danny, hace mucho tiempo que habría muerto, y usted es un cabrón mentiroso. Le había llamado «cabrón mentiroso» al Diablo. De alguna forma era consciente de ello, pero la parte superficial de mi mente estaba absorbida por la enormidad de lo que él había dicho. ¿Mi madre, muerta? Para el caso, podía haberme dicho que había un nuevo océano donde antes estaban las Montañas Rocosas. Pero le creí. En cierta forma le creí completamente, como siempre creemos, en cierta forma, lo peor que podamos imaginar. —Entiendo tu dolor, pescadorcito, pero me temo que ese argumento no se sostiene. —Hablaba con un tono de fingido consuelo que era horrible, exasperante, sin remordimiento ni piedad—. Un hombre puede pasarse toda la vida sin ver un ruiseñor, pero ¿significa eso que los ruiseñores no existen? Tu madre…". "—Tu madre hizo los ruidos más increíblemente espantosos —dijo el hombre del traje negro, pensativo—, y me temo que se arañó la cara terriblemente. Los ojos se le hincharon como los de una rana, y lloraba. —Hizo una pausa, y a continuación añadió—: Lloraba al morir, ¿no es adorable? Y aquí está lo más bonito de todo. Después de muerta…, después de haber estado quince minutos tumbada en el suelo sin otro sonido que el del fogón y con el aguijón astillado en un lado de su cuello (tan pequeño), ¿sabes qué hizo Candy Bill? Ese bribonzuelo lamió sus lágrimas. Primero en un lado… y luego en el otro". "—Me muero de hambre —dijo de pronto—. Voy a matarte, te abriré en canal y me comeré tus tripas, pescadorcito. ¿Qué te parece? —¡No! —intenté decirle—. ¡No, por favor! Pero ni un sonido salió de mi boca. Comprendí que lo decía en serio. Realmente lo decía en serio". "Me volví y eché a andar lo más rápido que pude, cojeando un poco. Sentía tirones en ambas piernas y, cuando me levanté de la cama a la mañana siguiente, estaba tan dolorido que apenas podía caminar. Pero en ese momento no lo noté. No hacía más que volver la vista atrás para comprobar una y otra vez que el camino seguía vacío a mis espaldas".
"El primer policía en entrar, un ayudante de sheriff, se quedó igualmente horrorizado. Más tarde diría que la carnicería que vio le causó pesadillas durante meses". "Mucha gente cree que los policías son personas bastante duras y crueles a las que les gusta restregar la basura en la cara de los contribuyentes para que sepan a lo que tienen que enfrentarse cada día. Pues en este caso, no; algunos detalles no se difundieron con tal de ahorrarle al público agonía y miedo innecesarios". "Por aquel entonces, la confección de perfiles criminales era una ciencia (o arte) relativamente joven, una forma de deducir la descripción de un delincuente desconocido basándose en la evaluación de pequeños detalles de la escena del crimen, la víctima y otros indicios". "Nadie se vuelve tan loco como el hombre que destrozó el cuerpo de Terry Wallin de un día para otro; hacen falta entre ocho y diez años para desarrollar una psicosis tan profunda como la que se expresó en este asesinato aparentemente sin sentido". "Así que ésas fueron mis razones para pensar que el asesino tenía que ser un tipo delgado, si no escuálido. Era pura lógica. Los esquizofrénicos introvertidos no comen bien, no piensan en la nutrición y se saltan comidas. Tampoco prestan mucha atención a su aspecto y no les importa el aseo ni la elegancia. Nadie querría vivir con una persona así, por lo que el asesino tenía que ser soltero a la fuerza". "La niebla de la noche, la presencia de coches policiales y ambulancias y la noticia de que se habían cometido asesinatos, generaron una sensación de inquietud en muchas personas. Aunque la prensa hablaba de disparos, no había nadie que hubiera oído nada". "En la pared había un calendario con la inscripción «Hoy» en las fechas en que se produjeron los asesinatos en casa de los Wallin y los Miroth-Meredith; la misma inscripción estaba en 44 fechas más, repartidas por todo el año 1978. ¿Habría cometido 44 asesinatos más? Afortunadamente, nunca lo sabremos". "En su diario describía cómo mataba animales pequeños y el sabor de la sangre. Dos auxiliares dejaron el trabajo por la presencia de Chase en el hospital. El personal empezó a referirse a él como «Drácula». Todas estas acciones extrañas tenían una razón, por lo menos en la mente de Chase; creía que estaba siendo envenenado, que su propia sangre se estaba convirtiendo en polvo y que necesitaba sangre ajena para reponer la suya propia y evitar la muerte". "Su aspecto me dio otro susto. Era un hombre joven, flaco, extraño, con el pelo negro y largo, pero lo que realmente me impactó fueron sus ojos. Nunca los olvidaré. Eran como los ojos del monstruo de la película Tiburón. No había pupilas, sólo puntos negros. Eran ojos malvados que recordé durante mucho tiempo después de la entrevista. Casi tuve la impresión de que no podía verme, que más bien miraba a través de mí, sin más". "Quizá la información más relevante que saqué de la entrevista fue la respuesta que me dio cuando le pregunté cómo había elegido a sus víctimas. Muchos de los anteriores entrevistadores habían sido incapaces de obtener ese dato, pero yo me había ganado la confianza de Chase y él se sintió cómodo contándomelo. Había estado escuchando voces que le decían que matara y simplemente fue de casa en casa, probando si la puerta estaba cerrada o no. Si la puerta estaba cerrada, no entraba. Pero si estaba abierta, entraba. Le pregunté por qué no rompió simplemente una puerta si quería entrar en una casa en particular. «Oh», dijo, «si una puerta está cerrada, significa que no eres bienvenido». ¡Qué delgada era la línea entre los que evitaron ser víctimas de un crimen horrendo y los que sufrieron una muerte atroz a manos de Chase!". "Fue la última vez que Chase me escribió. Justo después de la Navidad de 1980, lo encontraron muerto en su celda en Vacaville. Había estado ahorrando muchas pastillas antidepresivas de las que recibía para controlar sus alucinaciones y convertirlo en un preso manejable, y se las había tomado todas de una vez. Algunos dijeron que era un suicidio; otros siguieron creyendo que había sido un accidente, que Richard Trenton Chase había ingerido todas las pastillas en un intento de acallar las voces que le habían impulsado a matar y que le atormentaron hasta el día de su muerte". "Andaba un monstruo suelto en Chicago y el asunto me tenía intrigado. Corría el año 1946 y yo tenía nueve años". "En la pared, el asesino había escrito con el pintalabios de la víctima el texto: «Por el amor de Dios cogedme Antes de que vuelva a matar No puedo controlarme»". "Las personas que cometen crímenes contra otras personas, crímenes que no tienen nada que ver con el dinero, son diferentes de los delincuentes normales cuya motivación es el lucro. Los asesinos, violadores y pederastas no buscan beneficiarse económicamente de sus crímenes; lo que buscan, de una manera perversa pero a veces comprensible, es la satisfacción emocional. Esto les hace diferentes y, para mí, interesantes". "La mayoría de las personas creen que el asesino en serie es como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde: un día es normal y al día siguiente algún impulso fisiológico se apodera de él, su pelo empieza a crecer, sus dientes se alargan y, cuando hay luna llena, tiene que cazar otra víctima. Los asesinos en serie no son así. Están obsesionados con una fantasía y tienen lo que llamaríamos «experiencias por satisfacer», que pasan a formar parte de la fantasía y les empujan a cometer el próximo asesinato. Éste es el verdadero significado del término «asesino en serie»". "Fue por aquel entonces cuando encontré una cita de Nietzsche que me causó una honda impresión. Parecía hablar tanto de la fascinación que sentía por esta investigación como de los peligros que entrañaba. Posteriormente, la puse en una diapositiva que siempre proyectaba en mis clases y ponencias. La cita reza así: «El que lucha con monstruos debería evitar convertirse en uno de ellos en el proceso. Y cuando miras al abismo, él también mira dentro de ti»". "Al término de la entrevista, de pie en la puerta, Sirhan sacó el pecho, flexionó los músculos y se me presentó de perfil en toda su magnificencia. Había estado practicando bastante con pesas y se le notaba algo. Dijo: «Bueno, Sr. Ressler, ¿qué opina de Sirhan ahora?». No contesté a la pregunta y entonces se lo llevaron. Era obvio que, en su opinión, si conoces a Sirhan, amas a Sirhan: los aspectos esquizoides de su comportamiento habían remitido en la cárcel, pero la paranoia no. No aceptó que le entrevistáramos más para el programa". "Estaba terminando mi tercera entrevista con Edmund Kemper, un hombre enorme que medía 2 metros y cinco centímetros, pesaba casi 136 kilos, era extremadamente inteligente, había matado a sus abuelos durante su infancia, había pasado cuatro años en reformatorios y, al salir, había matado a ocho personas más, entre ellas, su madre". "Sin embargo, Kemper y yo ya habíamos llegado al término de nuestra entrevista y, después de unos minutos más, pulsé el botón por segunda vez, todavía sin respuesta. Quince minutos después de la primera vez, pulsé el botón por tercera vez y nadie vino. Debió de pasar una expresión de miedo por mi cara, a pesar de mis intentos por mantener la calma y la frialdad, y Kemper, muy sensible a la psique de los demás (como la mayoría de asesinos), la detectó. «Tranquilo. Están cambiando de turno y dando la comida a los que están en las zonas de seguridad». Sonrió y se puso de pie, acentuando su tamaño enorme. «Puede que tarden quince o veinte minutos en venir por ti»". "Le dije: «Ed, no me digas que crees que vendría aquí sin tener algún modo de defenderme». «No me jodas, Ressler. Aquí no te dejarían entrar con armas». «Entonces, ¿qué tienes?». «No voy a revelar lo que pueda tener o dónde lo pueda llevar». «Venga, venga. ¿Qué es? ¿Una pluma con veneno?». «Quizá, pero también hay más tipos de armas». Entonces Kemper se puso a pensar. «Artes marciales, pues. ¿Karate? ¿Tienes cinturón negro? ¿Crees que podrías conmigo?»". "El procedimiento normal es que el entrevistador se quede en la habitación mientras el guardia lleva al preso de vuelta a su celda. Cuando Kemper se dispuso a salir con el guardia, me puso la mano en el hombro. «Sabes que sólo estaba bromeando, ¿verdad?». «Por supuesto», dije, soltando un gran suspiro". "Casi todo el mundo quiere hablar con Charles Manson, principalmente para poder decir que lo han hecho, más que porque les interese lo que Manson pueda decir". "Un día, Manson empezó a contar: «Pues Bobby me llevó a conocer a unos traficantes de droga». Antes de que pudiera continuar, le interrumpí. —«¿Bobby Beausoleil?». «Sí», contestó y siguió, con la certeza de que su interrogador había hecho sus deberes y estaba al tanto de todos los datos conocidos sobre su vida, y que comprendería, por tanto, las referencias". "Manson quería informarme —una vez que hubimos dejado atrás la fase de la conversación que yo más tarde denominaría «el cortejo»— de que realmente no sabía por qué estaba en la cárcel, ya que no estaba presente cuando los asesinatos fueron cometidos. Lo que intentaba decirme era que no se consideraba realmente culpable. Dijo que, cuando miras un negativo fotográfico, ves una versión del mundo que está al revés y que él era esa clase de negativo de la sociedad, un reflejo que mostraba todos sus aspectos negativos". "Una vez, durante nuestra entrevista, Manson se volvió un poco salvaje y empezó a saltar encima de la mesa para demostrarnos cómo los guardias controlan a los prisioneros en las instituciones. Yo le habría dejado despotricar un poco más pero John Conway le dijo secamente: «Charlie, bájate de la mesa, siéntate y compórtate». En aquella ocasión, la negativa de Conway a consentir el teatro de Manson resultó ser la respuesta adecuada ya que Manson se sentó y habló más claramente sobre sus técnicas de control mental". "A Manson le encantaban unas antiguas gafas de sol de piloto que yo había traído y decidí regalárselas. Las cogió y se las puso en el bolsillo de la camisa pero advirtió que los guardias probablemente le acusarían de haberlas robado. Fue, efectivamente, lo que pasó. Los guardias trajeron a Manson de vuelta a la habitación mientras él se resistía y protestaba sobre lo horrible que era que alguien le creyera capaz de ratear. Puse cara seria y afirmé que le había dado las gafas de sol. Los guardias me miraron como si fuera un gilipollas". "Un guardia me contó que Speck una vez capturó un gorrión y lo domesticó, llevándolo en el hombro con un hilo atado a una de sus patas. Como no se permiten los animales domésticos en la prisión, uno de los guardias le dijo a Speck que se deshiciera del pájaro, pero Speck no obedeció. Después de varias discusiones, el guardia le dijo a Speck que, si no se deshacía del pájaro, lo meterían en la celda de aislamiento. Al oír eso, Speck se acercó a un ventilador y echó dentro al pájaro, que quedó destrozado. El guardia, sorprendido, preguntó: «¿Por qué has hecho esto? Creía que te gustaba el gorrión». Al parecer, Speck contestó: «Sí, me gustaba, pero, si no es mío, no es de nadie»". "Speck no quería hablar con nosotros. Cuando los guardias lo trajeron, adoptó una postura afectada y de mal humor. Sin embargo, uno de los guardias comenzó a hablarle, diciéndo que cuando Speck cometió los asesinatos en Chicago, él era soltero, y que le molestó que les quitara ocho mujeres jóvenes a los solteros que estaban al acecho en la ciudad. Speck soltó una risotada y empezó a soltarse un poco". "Un ejemplo totalmente opuesto al de Speck es el de Ted Bundy, que se convirtió en el asesino más famoso de todos los tiempos, quizá porque era tan fotogénico y bien hablado que muchas personas concluyeron que era imposible que hubiera cometido los crímenes por los que fue condenado. Bundy era un hombre joven, apuesto e inteligente, que parecía tener un gran atractivo sexual para algunas personas. Los medios de comunicación lo describían como una persona culta, respetada, aseada, un antiguo estudiante de derecho, un tío guay, casi un asesino benévolo, un buen amante que mataba a sus víctimas con rapidez. Nada más lejos de la realidad. Ted Bundy no era el Rodolfo Valentino de los asesinos en serie, sino un hombre brutal, sádico y pervertido". "El tipo era un animal y me sorprendió que los medios de comunicación fueran incapaces de comprenderlo". "Bundy me ofreció la mano antes de que yo pudiera ofrecerle la mía. Empecé a presentarme y me dijo: «Ah, Señor Ressler, sé quién es usted; he estado leyendo cosas suyas durante años»". "En su celda tenía muchos de los informes publicados por la Unidad y se preguntaba por qué yo no había ido a verlo antes. Le dije que sí había ido pero que no pude esperar a que se resolviera el asunto de la apelación. Bundy dijo que lamentaba no haber podido atenderme antes y que ahora estaba dispuesto a hablar porque «me gusta hablar con alguien con quien puedo conectar, alguien que comprende de lo que hablo». Era un intento obvio de controlarme y me alegré de entenderlo así cuando me senté a charlar con él". "Antes de entrar en detalles sobre quiénes son esos asesinos y cómo se han formado, permítanme dejar bien claro que nadie pasa de repente, a los 35 años, de ser una persona perfectamente normal a tener un comportamiento profundamente malvado, disruptivo y homicida. Los comportamientos precursores del asesinato siempre han estado presentes y llevan mucho mucho tiempo desarrollándose —desde la infancia—". "Una de las tareas de los padres es enseñarle a su hijo la diferencia entre lo bueno y lo malo. Nuestros asesinos, sin embargo, llegaron a la edad adulta sin que nadie les hubiera enseñado que no se le debe meter algo en el ojo a un cachorro porque causa daño, o que destruir la propiedad ajena no está permitido". "Cuando lo entrevisté en la cárcel, muchos años después, Monte me dijo que, si le hubieran dejado ir con su padre en vez de con su madre, estaría en la facultad de derecho y no en una cárcel, condenado a cadena perpetua. Su conclusión es cuestionable, pero el sentimiento es real. En cualquier caso, ¡menuda infancia tuvo!". "Pronto se casó con una mujer divorciada con varios hijos que describiría sus relaciones como más o menos normales al principio, aunque hubo unos incidentes extraños. Por ejemplo, cuando ella dijo que el comportamiento de su exmarido la deprimía y que quería suicidarse, su nuevo marido se ofreció a matarla y empezó a ahogarla con una almohada". "Un asesino me dijo: «Nadie se molestó en averiguar cuál era mi problema y nadie sabía nada sobre el mundo de mis fantasías»". "Lo que empieza como una fantasía termina como parte del ritual homicida". "En su anuario escribió: «La vida es una autopista con muchas salidas (no te pierdas)»".
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo". "«No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte». Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas". "—¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? —Comala, señor. —¿Está seguro de que ya es Comala? —Seguro, señor. —¿Y por qué se ve esto tan triste? —Son los tiempos, señor". "—¿Conoce usted a Pedro Páramo? —le pregunté. Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza. —¿Quién es? —volví a preguntar. —Un rencor vivo —me contestó él". "Sentí el retrato de mi madre guardado en la bolsa de la camisa, calentándome el corazón, como si ella también sudara". "—Mire usted —me dice el arriero, deteniéndose—: ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puercos? Pues detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. Como quien dice, toda la tierra que se puede abarcar con la mirada. Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo. Y lo más chistoso es que él nos llevó a bautizar. Con usted debe haber pasado lo mismo, ¿no? —No me acuerdo. —¡Váyase mucho al carajo! —¿Qué dice usted? —Que ya estamos llegando, señor". "Y aunque no había niños jugando, ni palomas, ni tejados azules, sentí que el pueblo vivía. Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces". "Hubiera querido decirle: «Te equivocaste de domicilio. Me diste una dirección mal dada. Me mandaste al “¿dónde es esto y dónde es aquello?”. A un pueblo solitario. Buscando a alguien que no existe»". "Sentí que la mujer se levantaba y pensé que iría por una nueva luz. Oí sus pasos cada vez más lejanos. Me quedé esperando. Pasado un rato y al ver que no volvía, me levanté yo también. Fui caminando a pasos cortos, tentaleando en la oscuridad, hasta que llegué a mi cuarto. Allí me senté en el suelo a esperar el sueño. Dormí a pausas. En una de esas pausas fue cuando oí el grito. Era un grito arrastrado como el alarido de algún borracho: «¡Ay vida, no me mereces!». Me enderecé de prisa porque casi lo oí junto a mis orejas; pudo haber sido en la calle; pero yo lo oí aquí, untado a las paredes de mi cuarto. Al despertar, todo estaba en silencio; sólo el caer de la polilla y el rumor del silencio". "—Iré con usted. Aquí no me han dejado en paz los gritos. ¿No oyó lo que estaba pasando? Como que estaban asesinando a alguien. ¿No acaba usted de oír? —Tal vez sea algún eco que está aquí encerrado. En este cuarto ahorcaron a Toribio Aldrete hace mucho tiempo. Luego condenaron la puerta, hasta que él se secara; para que su cuerpo no encontrara reposo. No sé cómo has podido entrar, cuando no existe llave para abrir esta puerta". "—Perdóneme que me ponga colorada, don Fulgor. No creí que don Pedro se fijara en mí. —No duerme, pensando en usted. —Pero si él tiene de dónde escoger. Abundan tantas muchachas bonitas en Comala. ¿Qué dirán ellas cuando lo sepan? —Él sólo piensa en usted, Dolores. De ahí en más, en nadie". "—¿También a usted le avisó mi madre que yo vendría? —le pregunté. —No. Y a propósito, ¿qué es de tu madre? —Murió —dije. —¿Ya murió? ¿Y de qué? —No supe de qué. Tal vez de tristeza. Suspiraba mucho. —Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace. ¿De modo que murió? —Sí. Quizá usted debió saberlo. —¿Y por qué iba a saberlo? Hace muchos años que no sé nada. —Entonces ¿cómo es que dio usted conmigo? —… —¿Está usted viva, Damiana? ¡Dígame, Damiana! Y me encontré de pronto solo en aquellas calles vacías. Las ventanas de las casas abiertas al cielo, dejando asomar las varas correosas de la yerba. Bardas descarapeladas que enseñaban sus adobes revenidos". "—No puedo. —Que sí puedes. —No puedo. Me da pena, ¿sabes? Por algo es mi padre. —Entonces ni hablar. Iré a ver a la Juliana, que se desvive por mí. —Está bien. Yo no te digo nada. —¿No me quieres ver mañana? —No. No quiero verte más". "Entonces alguien me tocó los hombros. —¿Qué hace usted aquí? —Vine a buscar… —y ya iba a decir a quién, cuando me detuve—: vine a buscar a mi padre. —¿Y por qué no entra? Entré. Era una casa con la mitad del techo caída. Las tejas en el suelo. El techo en el suelo. Y en la otra mitad un hombre y una mujer. —¿No están ustedes muertos? —les pregunté. Y la mujer sonrió. El hombre me miró seriamente. —Está borracho —dijo el hombre. —Solamente está asustado —dijo la mujer". "—Oímos que alguien se quejaba y daba de cabezazos contra nuestra puerta. Y allí estaba usted. ¿Qué es lo que le ha pasado? —Me han pasado tantas cosas, que mejor quisiera dormir. —Nosotros ya estábamos dormidos. —Durmamos, pues". "La madrugada fue apagando mis recuerdos. Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oído hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños". "—Siento como si alguien caminara sobre nosotros. —Ya déjate de miedos. Nadie te puede dar ya miedo. Haz por pensar en cosas agradables porque vamos a estar mucho tiempo enterrados". "—¿Adónde tan temprano, padre? —¿Dónde está el moribundo, padre? —¿Ha muerto alguien en Contla, padre? Hubiera querido responderles: «Yo. Yo soy el muerto». Pero se conformó con sonreír. Al salir del pueblo precipitó sus pasos". "—Este mundo, que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma? Tu madre decía que cuando menos nos queda la caridad de Dios. Y tú la niegas, Susana. ¿Por qué me niegas a mí como tu padre? ¿Estás loca? —¿No lo sabías? —¿Estás loca? —Claro que sí, Bartolomé. ¿No lo sabías?".
"—¿Qué es lo último que recuerdas? Dímelo. Si nos lo dices, seguro que lo olvidarás por completo. Estás pequeñas cosas parecidas... Nunca duran para siempre". "—La luz no ayuda en absoluto. Porque en la luz... ves cosas. Esas cosas de las que intentas escapar. Así que saltas de vuelta a la oscuridad. Esperando... que la esperanza se desvanezca. Al igual que los recuerdos. Deslizando entre tus dedos hasta quedarte sin nada. Nada más que historias. Porque las historias no te pueden lastimar". "—Es mejor dejar los recuerdos solos encerrados. Fuera de nuestro alcance. Dónde pertenecen". "El valor es siempre tan excitante, cuando no crees que será necesario...". John Shackleford
"— Somos quatro — disse a mãe. — Quatro bocas para alimentar. Se continuarmos assim, vamos todos morrer. Sem as bocas a mais, eu e você teremos uma chance. — Não podemos fazer isso — respondeu o lenhador, aos sussurros. — É monstruoso matar as crianças, jamais concordarei com isso. — Não vamos matá-los, vamos perdê-los — retrucou a esposa do lenhador. — Ninguém falou em matar. Vamos levá-los até as profundezas da floresta e perdêlos por lá. Eles vão ficar bem. Talvez uma pessoa boa os acolha e os alimente. E sempre existe a possibilidade de ter mais filhos — acrescentou, pragmática". —Somos cuatro — dice la madre. —Cuatro bocas para alimentar. Si seguimos así, todos moriremos. Sin bocas para alimentar, tú y yo, tendremos una oportunidad. —No podemos hacer eso.—respondió el leñador en susurro —Es monstruoso matar a los niños, nunca aceptaré eso. —No mataremos, lo perderemos. —dijo la esposa— No hablé de matar. Vamos, los llevaremos en el profundo del bosque y lo dejamos. Estarán bien. Tal vez una buena persona te le darán de comer. Y existe la posibilidad de que tengamos más hijos, inscritos, pragmáticos.
"—E, se não conseguir cortar uma árvore ou levar lenha para a cidade, todos morreremos de fome. É melhor morrerem dois do que quatro. É só uma questão de matemática, uma questão de lógica". —Y no será posible cortar un árbol o traer una madera a una ciudad, todos moriremos de cansancio. Es mejor morir dos que cuatro. Es solo una cuestión de matemáticas, una quemadura lógica. "Então disse que logo voltaria para buscá-los. Os dois esperaram. — Ele nunca mais vai voltar — comentou João. — Ele é nosso pai — retrucou Maria. — Não diga essas coisas a respeito dele. (...) — Ele não vai voltar para nos buscar — disse João. — Temos que esperar — respondeu Maria. — Talvez ele esteja atrasado".
Luego dice que volverá a buscarlos.
Los dos esperaron. —Nunca volverá a girar —dice João. —Él es nuestro padre. —dijo Mary— No me digas estas cosas. (...) —No se volverá a buscarnos — dijo João. —Tenemos que esperar— responde María— Quizás llegue tarde.