Las cabezas de ocho adolescentes de dieciséis años se vuelven hacia mí con expresión de extrañeza y luego de curiosidad".
"Lo que acabo de hacer podría cambiarlo todo, o podría no cambiar nada. De todos modos, debía intentarlo. No tengo nada que perder. Si el plan no da resultado, mi vida seguirá siendo igual: segura, cómoda, totalmente normal.
El problema es que no es la vida que elegí en un principio".
"Pero cuando la curvatura de la pista me lleva de nuevo hacia allí, alzo los ojos directamente hacia él.
Me dedica una sonrisa más vacilante, pero cálida, como si me conociera; auténtica, como si fuera alguien a quien valiese la pena conocer. Sin poder evitarlo, le sonrío también.
Sigo sonriendo cuando tomo la siguiente curva y, sin siquiera pensarlo, me vuelvo hacia atrás mientras corro para verlo de nuevo.
Ya no está".
"Ya no está, pero ha estado allí".
"—Qué, ¿dándole un buen repaso al nuevo? — pregunta Danielle.
La miro, presa de la sorpresa, y luego del pánico.
—No. — Me siento y cojo mi vaso—. ¿Por qué?
—¡Oh, venga ya! He estado observándote. Nunca había visto a alguien servirse en un bufé de ensaladas con los ojos clavados en una persona situada a diez metros de distancia. Impresionante. Menuda habilidad".
"—Es que eres… Idéntico a él. Supongo que me he equivocado. —Espero que mi cara no delate la mentira. Ni el bochorno que siento. Extiendo el brazo por encima de la mesa—. Me llamo Anna.
Él adelanta la mano para tomar la mía, pero se detiene a medio camino.
—¿Anna? — Clava los ojos en mí con incredulidad—. ¿Te llamas Anna?
—Estoooo, sí… ¿Debería llamarme de otra manera? —digo, y me sorprende oír un dejo de coquetería en mis palabras.
—¡Así que ahora su nombre le suena de algo! — le comenta Emma a Danielle, en voz demasiado alta.
Él sigue mirándome y, por un instante, percibo un atisbo de reconocimiento en su rostro que me recuerda la mirada que me lanzó en la pista esta mañana. Pero enseguida se recupera de la impresión y me tiende la mano de nuevo.
—Encantado de conocerte, Anna. —Ahora habla en un tono forzado, me estrecha la mano con un gesto tenso, y todo rastro de reconocimiento ha cedido el paso a una cierta frialdad".
"Supongo que apartará la mirada cuando establezca contacto visual con él, pero no lo hace. Por el contrario, se le ilumina el rostro, como si se alegrara de verme.
Luego baja la vista sin dejar de sonreírse y se pone a garabatear en su cuaderno. No vuelve a levantar los ojos".
"—¿Qué quieres que te traiga?
—Unas cuantas explicaciones. —Me agacho para sacar el billetero de mi mochila—. Y un café con leche, por favor".
"—¿Alguna vez te has sentido… atrapada?
—Todos los días — digo".
"Pero las dudas se borran de mi mente otra vez cuando él se inclina hacia delante y desliza lentamente el pulgar por el contorno de mi mandíbula hasta el mentón. Cierro los ojos mientras desplaza el dedo hacia mi boca y me roza el labio inferior, y noto que me acerco, como atraída por el campo gravitatorio que lo rodea. Hace ademán de besarme, y yo cierro los ojos de nuevo e inspiro brevemente, esperando el contacto de sus labios.
Pero el beso nunca llega".
"—Es tarde; tengo que regresar con Maggie. ¿Te acompaño a casa?
Me hundo en el sofá, confundida. Desalentada.
—No hace falta. Vivo a pocas calles de aquí.
—Me sentiría fatal si te pasara algo.
—¿Si desapareciera? —pregunto con sarcasmo—. Sí, por lo visto es el efecto que produces en la gente. — Estoy lo bastante cerca de él para ver que pone mala cara y luego adopta una expresión severa.
—Gracias. —Se aleja a toda prisa, lo que complace a la parte de mí que está molesta porque no me ha besado—. Vuelvo enseguida. —Se va en dirección al aseo, dejándome sola en el sofá, con ganas de darme cabezazos contra la pared".
"—Em — empiezo—, si te digo algo, ¿prometes no enfadarte?
Me lanza una mirada de irritación.
—¿Sabes? No entiendo a la gente cuando hace esa pregunta. ¿Cómo voy a prometer no enfadarme si no sé lo que vas a decirme?".
"Me gusta, ¿vale? Ya está. Ya lo he dicho. Me gusta mucho. —Clavo los ojos en ella—. Sé que seguramente es un error, pero, por favor, ¿podrías… dejarme disfrutar el momento?".
"—¿Qué es eso? — Señalo con un gesto una de las bolsas.
—Eso, Anna, es una mochila.
—Sí, ya me he dado cuenta, gracias".
"—No lo entiendo. ¿Por qué ibas a renunciar a la vida que llevas solo para estar conmigo?
—Porque tú… —Se interrumpe. Inspira. Vuelve a empezar—. Me gustaba tu espíritu aventurero.
Creía que sería divertido llevarte a algún sitio al que jamás irías en circunstancias normales. Pero ahora hay algo más. Ahora solo quiero conocerte mejor. —Estas palabras me aceleran el pulso de nuevo, y yo cierro los ojos y respiro hondo. Cuando los abro, él continúa mirándome.
—¿No me dijiste una vez que esto era una idea pésima?
Se ríe entre dientes.
—Sí. Creo que eso dije.
—Tenías razón, ¿sabes?
—Te lo advertí.
—A pesar de todo, elijo la segunda opción.
—¿Estás segura?
—Sí.
Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro, él me abraza con más fuerza y me da un beso cálido, dulce, largo, lento, lánguido, y sé que esto es lo que quiero".
"—¿Te acuerdas de aquella primera noche en que te pasaste por casa de Maggie y yo estuve tan grosero contigo?
Asiento con la cabeza.
—Me acerqué a la librería a disculparme, y luego fuimos a tomar un café.
Asiento de nuevo.
—Te acompañé a tu casa.
No dejo de asentir, pues, por el momento, me acuerdo de todo eso. Lo que quiero que me cuente es la parte que no recuerdo.
—Te besé.
—¿Me besaste? — De eso me acordaría".
"Tal vez Bennett estaba en lo cierto: aunque poner a prueba el destino y jugar con él no siempre tiene consecuencias evidentes e inmediatas, al final algo acaba saliendo mal".
Tamara Ireland Stone
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