"Calle Ficticia, 1
Bath
1 de agosto
Querido señor S. Harris:
No tenga en cuenta la mancha roja de la esquina. Es mermelada, no sangre, aunque igual tampoco hace falta que le explique la diferencia. No era precisamente mermelada de su esposa lo que la policía le encontró a usted en el zapato".
"La mermelada de la esquina es de mi sándwich. De frambuesa, casera.
La hizo la abuela. Hace siete años que murió, y esa mermelada fue la última cosa que hizo".
"Escribiendo no existe lo del nudo en la lengua, pero si existiera, si mi mano fuese como una lengua enorme, de verdad le digo que la tendría atada con uno de esos nudos complicados que solo los boy scouts saben deshacer".
"¿Tienen tele en el Corredor de la Muerte?, y si es que sí, ¿ven programas británicos o solo estadounidenses?
Me hago cargo de que tampoco tiene sentido hacer preguntas. Aunque usted quisiera responderme a esta carta, la dirección del encabezamiento es falsa. No existe en
Inglaterra ninguna calle Ficticia, de modo que, señor Harris, no se vaya usted a pensar que puede escaparse de la cárcel y plantarse de repente en la puerta de mi casa solo porque haya conseguido que le traigan desde Texas y esté buscando a una chica que se llama…, bueno, vamos a hacer como que me llamo Zoe".
"Usted tuvo las agallas de reconocer su error, y yo en cambio soy demasiado cobarde hasta para revelar mi verdadera identidad en una carta.
Así que sí, puede llamarme usted Zoe. Vamos a hacer como que vivo en el oeste de Inglaterra, no sé, en algún lugar cerca de Bath, que es una ciudad antigua con edificios antiguos y los fines de semana con montones de turistas que sacan fotos del puente. Todo lo demás que le escriba será verdad".
"Antes no me habría acercado a usted ni de lejos, pero ahora estamos en el mismo barco.
Exactamente el mismo. Usted mató a una persona de la que se suponía que estaba enamorado y yo maté a una persona de la que se suponía que estaba enamorada, y los dos entendemos el dolor y el miedo y la tristeza y el remordimiento y esos otros cien sentimientos que ni siquiera tienen nombre en toda la lengua inglesa".
"Había hecho un montón de cosas. Peticiones y protestas y artículos en los periódicos y cartas para los criminales, que le habían respondido contándole todo tipo de cosas.
—¿Como sus crímenes y tal? —preguntó alguien.
La monja asintió.
—Algunas veces. Todo el mundo necesita que le escuchen".
"—El abuelo se pondrá bien, cariño —dijo mi padre por signos. Movía las manos despacio y con torpeza—. Está en el hospital, pero se mantiene estable.
Mi madre le puso a Dot un brazo alrededor de los hombros y le acarició la coronilla con la nariz.
—No te preocupes.
—Yo también estoy preocupada —anunció de pronto Soph—. O sea, y si se muere o lo que sea…
Mi padre suspiró.
—Tampoco te pongas tan dramática".
"Una cabeza pelirroja se metió en medio, pero el chico seguía mirándome y remirándome como si yo fuera digna de una segunda y una tercera y una centésima mirada. Bajo sus ojos mi cuerpo parecía otra cosa. No solo piernas y brazos y órganos. Piel y labios y curvas".
"Me dijo que se había encontrado con Sandra en el pasillo de las verduras del supermercado y que a ella se le habían llenado los ojos de lágrimas en las que no tenían nada que ver las cebollas.
—Tiene muchas ganas de verte —dijo mi padre mientras yo contemplaba mi libro de Biología deseando que se callara—. Dice que te ha llamado un par de veces pero que no lo coges.
—Pues que no me llame cuando estoy en el instituto —farfullé, y luego me sentí mal. Sandra no tiene la culpa de nada de esto. Hinqué la punta del bolígrafo en un diagrama de una flor, muerta de ganas de que mi padre se marchara.
—Parece que está muy triste —continuó mi padre sentándose en el borde de mi cama—. Fatal de verdad. —Hice una mueca, porque el sentimiento de culpa estaba llegando a dolerme—. Ha adelgazado una tonelada. Se ha quedado en los huesos…
—¡Vale! ¡Ya lo he pillado! —le espeté tirando el bolígrafo al suelo".
"—¿Qué pasa? —pregunté despacio.
—Esto no te va a gustar. —Se sacó su teléfono del bolsillo y contempló la pantalla, pellizcándose el labio con un dedo—. Max le mandó la foto a Jack —me susurró—. Y Jack se la ha mandado a todo el mundo. A todo el mundo.
Lauren volvió hacia mí la pantalla y yo me desmoroné en una silla, con el estómago cayéndoseme a los pies.
Una foto.
Una foto de mí con los ojos cerrados, el pelo extendido por el edredón y mis pechos desnudos apuntando directamente a la cámara. Lauren me frotó el hombro con aire solidario y dijo para animarme:
—Por lo menos tienes buenas tetas".
"—Es que tenía frío.
—Pues me lo podías haber dicho. Yo estoy congelada. Y a punto de morirme de sed, así que he tenido que dejar el banco. Había puesto el bolso, pero ha venido un viejo cojo y se ha puesto: «No se puede guardar el sitio», y ha empezado a enrollarse con que si su mujer necesitaba descansar.
—Eso es muy bonito.
—Eso es muy delirante. Iba solo, así que creo que era uno de esos tipos que ven cosas que no existen. Ya sabes, como necrofilia o como se llame.
Me aguanté una sonrisa.
—Quieres decir esquizofrenia.
—¿Cómo?
—Esquizofrenia. La necrofilia es…, bueno, más te vale no saberlo".
"Haría lo que fuera por olvidar. Lo que fuera".
"—Lo siento, ¿vale?
Aaron mantuvo un tono frío al responder.
—Ya te he dicho que no hace falta que te disculpes. Tú eres libre de ver a quien tú quieras. ¿Por qué no ibas a serlo?
—Porque somos…
—Amigos —terminó Aaron—. Como mucho. Conocidos, diría más bien".
"Me había quedado después de clase para hablar con mi antiguo profesor de Enseñanza Religiosa, y te vas a alegrar cuando te diga el motivo, porque le estaba preguntando por la monja.
—¿Por qué quieres escribirle? —dijo el señor Andrews garabateando algo con rotulador rojo en la pizarra sobre Jesucristo para su clase de la mañana siguiente.
—Porque… —empecé intentando armarme de valor para contarle la mentira que llevaba preparada.
—Porque… —se burló el señor Andrews, mientras pintaba un monigote en un crucifijo.
—… He encontrado a Dios.
—¿Dónde? —Dibujó un globo de diálogo desde la boca de Jesús y garrapateó AAARRRG en mayúsculas. AAARRRG, de veras. No me esperaba esa pregunta".
"—¡Contigo pensando que he escogido a Max!
—¡Lo has escogido!
—¡Porque no sabía que tú eras una opción!
Y sin pensármelo dos veces, sin preocuparme por las consecuencias, le agarré la cara y tiré de ella hacia la mía, y nuestras bocas se encontraron con tanto ímpetu que me dolió de la forma más dulce posible.
Nos separamos con cara de susto. Durante unos segundos no pasó nada.
No pasó nada y pasó todo porque en aquel momento no solo no dijimos una sola palabra de arrepentimiento sino que sonreímos los dos con una dicha que era más grande que cualquier culpa".
"Los colores me parecieron más vivos. Los olores, más intensos. Los sonidos, más fuertes. Oí el gorgoteo de cada gota que salía por los desagües, vi todos los matices del verde de los árboles que íbamos dejando atrás, olí cada gota de lluvia y de barro, y de humo cuando nos refugiamos en una torre por la que se llegaba a la muralla de la ciudad. Aaron me besó en aquella oscuridad húmeda, con labios suaves y manos impacientes. Le estaba oliendo, Stu, pasta de dientes y jabón y desodorante, nada especial, pero cerré los ojos, con sus manos en mi nuca, en mi espalda, en mi pelo y puede que hasta en mi corazón mientras nuestras bocas se movían, nuestros cuerpos se apretaban y nuestros pies se empapaban en un charco que apenas notábamos".
"A la mañana siguiente, mi madre vino a mi cuarto y me dijo que yo tenía fiebre. Me dijo que tenía los ganglios hinchados y que abriera la boca, y me alumbró la garganta con una linterna mientras yo decía:
«Aaaaaaaaah». Apagó la linterna y me dijo que podía parar, pero yo seguí diciendo cada vez más fuerte aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
—¿Zoe se ha vuelto loca? —preguntó por señas Dot.
La boca se me cerró de golpe.
—No —dijo mi madre—. Solo es que está triste.
Dot me miró desafiante.
—Pues yo cuando estoy triste no hago eso.
—Es una tristeza muy grande —le explicó mi madre—. Más grande que las que has pasado tú".
"Las velas titilarían en el cielo y yo terminaría mi relato de una vez por todas. Tú estarías satisfecho y yo, contenta, así que los dos apagaríamos las llamas de un soplo. Tú, yo, el cobertizo, la celda, nuestras historias, nuestros secretos…, todo eso desaparecería, diluyéndose en la oscuridad como el humo antes de desvanecerse del todo".
"—He sentido a Max —dijo alguien apretándose el pecho—, aquí dentro.
—¿Has visto cómo parpadeaban las luces cuando ha terminado de leer el poema? Era él.
—Yo he oído que el radiador gemía durante el primer verso. Creo que también era él".
"No me fui directamente a casa. Fui al río por primera vez desde que murió Max. La luna brillaba en el agua. Acaricié con los dedos las iniciales grabadas en la madera.
MM + AJ
14 feb
Cogí una piedra y me arrodillé junto al banco mientras, en algún lugar al otro extremo del mundo, tú entregabas tu vida. Un reloj daba la medianoche cuando empecé a raspar mis iniciales del banco. No lo hice con violencia ni con furia ni entre lágrimas. Lo hice con calma.
Con delicadeza casi. Pero, Stu, fue bueno verlas desaparecer.
Siempre tuya,
ALICE JONES".
"Tuve la impresión de que mi casa estaba a un millón de millas de allí. Mi madre. Max. Tú. Fue como si os desdibujarais todos, que era lo que yo necesitaba, porque los recuerdos duelen demasiado".
"El triste peso que llevabas en el corazón. La culpa que te corroía.
El desesperado deseo de esconderte de ojos curiosos y estar a solas".
"No te voy a decir lo enamorado que estoy de ti, ni el miedo que me da estar sin ti, ni cómo necesito esconderme de todo el mundo porque nunca va a haber nadie que se te pueda comparar… Me limitaré a dejarte marchar. Al fin y al cabo, el verdadero amor es sacrificio y si pretendo que te olvides de Max, entonces tienes que olvidarte de mí".
Annabel Pitcher
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