"Fui a buscar una lapicera y como no encontraba ninguna, abrí su maletín y ahí estaba: un corazón dibujado con rouge, cruzado por un «te quiero», y firmado «tuya». Una reverenda grasada, pero la verdad es que en ese momento me dolió".
"Porque mi primera reacción de preguntarle «¿qué es esto?», ya la había descartado.
¿Qué me iba a contestar? Un papel, con un corazón, un te quiero, una firma. No, ésa era una pregunta estúpida. Lo importante era saber si ese papel significaba algo importante para él, o no. Porque en definitiva, y por más que a una le pese, a toda mujer, en algún momento, le meten los cuernos. Es como la menopausia, puede tardar más o menos, pero ninguna se salva".
"Yo no soy de manejar, y menos de noche, pero era un caso de fuerza mayor. No iba a llamar a un taxi y decirle: «¡Siga a ese auto!», como en las series".
"Ernesto se puso como loco, la zamarreaba, le tomó el pulso, hasta trató de hacerle respiración boca a boca. Pero nada, una desgracia.
Yo no sabía qué hacer, no me iba a presentar así como así, y decirle «Ernesto, ¿te doy una mano?»".
"En los accidentes no hay culpables sino víctimas".
"—Hola…
—…
—¡Hola!
—¿Está Iván?
—¿Quién le habla?
—Una amiga.
—Las amigas de mi hijo tienen nombre".
"Eso fue cosa del destino que quiso que esa mujer terminara así. O de Dios. Y yo en esas cosas creo. Y las respeto. Y busco el mensaje. Porque ¿por qué esa mujer terminó desnucada en los bosques de Palermo y no paseando con mi marido por la Recoleta? Las cosas son como son por algo".
"La puerta del cuarto de Lali estaba entreabierta y me acerqué. Espié sin entrar. Ernesto lloraba sentado en el piso, junto a la cama de Lali. La acariciaba. Había tantas cosas por hacer y él se tomaba sus tiempos para sensiblerías".
"Porque por más que una quiera a un hombre, una tiene sus límites, y hay momentos en que, francamente, le pegaría un tiro".
"«Su marido todavía no llega, señora», dijo. «No, ya sé, justamente me pidió que avisara que hasta el mediodía no va a estar por acá, subo a decirle a su secretaria.» «Ella tampoco llegó», dijo.
«Ni va a llegar», pensé para mis adentros; y reconozco que sentí un poco de culpa por un pensamiento tan poco apropiado. Pero bueno, una no puede controlar hasta los pensamientos".
"Antes de entrar, me coloqué unos guantes de goma que compré en el camino. A esa altura de mi vida llevaba vistas demasiadas series policiales como para andar dejando mis huellas por cualquier lado".
"«No se puede andar poniendo la foto del amante entre la bisabuela y la prima, como si todos fueran la misma cosa», pensé".
"Mi mamá me hubiera dicho: «Con los hombres es más peligroso un ramo de flores que una cachetada»".
"Los días siguientes fueron un infierno. No pasó nada. ¿Cómo una puede sentirle el gusto a lavar los
platos, a barrer o a planchar, cuando tiene entre manos algo tan importante como el encubrimiento de un asesinato? ¿Cómo concentrarse en el punto del caramelo, en bajar la comida del freezer, o limpiar un inodoro? ¿Cómo soportar la eterna cara de culo de una hija adolescente?".
"—Mamá va a rezar por vos para que
salga todo bien.
—¿Y vos desde cuándo rezás?
—…".
"—Cuidate, por favor, hijita. Y mucho juicio.
—¿Qué querés decir con «mucho juicio», papá?
—Que te portes bien…
—A vos no te pregunté.
—Nada, hija, que no hagas locuras, que no corras riesgos, no sé, no sé qué quise decir.
—Entonces la próxima vez no digas nada
—…".
"—¡Qué amarga es, por Dios!
—Está nerviosa, Inés, es eso.
—Es una amarga. No sé cómo me puede haber salido así.
—Saludá, haceme el favor, y cambiá esa cara que está mirando por la ventanilla.
—Chau, querida, que lo pases lindo.
—Chau, hijita, cuidate".
"El dolor te va curtiendo, te va dando calle, te enseña".
"Una no se puede pasar toda la vida golpeándose el pecho y recitando «por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa»".
"Como si tuviera una tara. Mamá me vio mal y me dijo: «Nena, no te preocupes, que en la vida si hay algo que no te va a servir absolutamente para nada, es saber lo que es un triángulo isósceles»".
"Descarté esta alternativa por un motivo muy simple: yo no creo en las casualidades. Y uno tiene que ser fiel a uno mismo. «Casualmente» podés ir por la calle y que de un balcón se caiga una maceta y te parta la cabeza. Pero pensar que dos personas pueden besarse «casualmente» mientras se embarcan para un vuelo, es, como mínimo, infantil".
"Una está preparada para que un hombre la cague, eso es un clásico. Y si nunca te cagaron vivís toda la vida con la espada de
Damocles sobre la cabeza porque sabés que un día, más tarde o más temprano, te van a cagar".
"—Che, nena, te encanta hablar a vos, ¿no?
—…
—¿Qué pasa?
—…
—Pará, pará, no me pongás esa cara que yo no te hice nada malo.
—….
—Ah, no, lo único que me falta es que me hagás una pobrecita y te pongás a llorar. ¿Si yo qué te hice? Te hablé nomás.
—…
—No, pará, ahora no te rajés. ¿Te falté el respeto, yo, te hice algo?
—….
—Cortala, nena, no llorés que me hacés quedar como la mona, ¿la gente qué va a pensar?
—…
—Nena, estás jodida vos, ¿no? ¿Se puede saber qué te pasa?
—…
—Con esa carita y a tu edad, ¡qué te puede pasar! ¡Dejate de joder!
—Estoy embarazada, mi novio se borró, mi viejo y mi vieja no saben nada, mi viejo le mete los cuernos a mi vieja y se fue de viaje con la mina, mi vieja sabe todo lo de mi viejo pero se hace la boluda…
—¡A la pelota!".
"Le serví el pollo. Ernesto se veía mal, preocupado. No era para menos, pero si uno no pone un poco de onda, la realidad te mata".
"Cuando dos personas se conectan como lo habíamos hecho nosotros, la cosa puede durar toda la vida. En cambio, hasta la mejor atracción sexual se termina cuando llega el orgasmo. Y después te quiero ver remontando el barrilete de nuevo".
"No me gusta manejar, menos cuando estoy nerviosa. Y para qué negarlo, estaba nerviosa. Parecía
que algo dentro de mi cuerpo se iba a salir por mis orejas. Algo caliente, algo en ebullición. ¿Las tripas?".
"Bajé del colectivo por la puerta trasera. Como corresponde. El timbre no andaba. Grité. El chofer también. No lo puteé porque no es mi estilo, pero lo habría puteado".
"No, yo nunca antes había alquilado un auto, ¿y qué?
«Son las normas», me dijo y agregó:
«Yo no puedo hacer nada». «Sí, podrías irte a la mismísima mierda», le dije, ya no estaba para sutilezas. Tenía ganas de matarlo. Podría haberlo hecho".
"Caminé hasta el hotel. Pasé caminando frente a la puerta y me metí. El empleado me dijo que no aceptaban mujeres solas. Le contesté que quería masturbarme. «No, lo lamento», me
respondió un señor con granos. Salí.
Miré a un lado y a otro como buscando alguien con quién entrar. Era una locura".
"El día de nuestro juicio, Ernesto y yo nos podremos quejar de que no cometimos el crimen que se nos imputa, pero no vamos a poder decir que somos inocentes. En el fondo, nadie es inocente".
Claudia Piñeiro
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