"A ver, no me sale bien encarar a la gente. En realidad, no lo hago nunca. Lo que estoy haciendo ahora, mudarme a la otra punta del país una semana después de cumplir diecisiete años para vivir con mi papá, no es un acto de valentía. Es una obra maestra del acto de escapar de las cosas. Me llamo Bailey Rydell, y tengo el hábito de evadir".
"—Entra —me dice, revisando la pantalla de su teléfono—. Y por favor, envía un mensaje a tu madre para avisarle que no se estrelló el avión, así deja de molestarme.
—Sí, mi capitán.
—Tonta.
—Raro".
"@alex: ¿Está mal odiar a alguien que antes era tu mejor amigo? Por favor, convénceme de que no
tengo que planear su funeral… otra vez.
Le respondo al momento:
@mink: Tendrías que irte a vivir a otra ciudad y hacer amigos nuevos. Menos sangre que limpiar".
"—¿Quién tiene ganas de que le dé una visita guiada privada? —pregunta Porter.
No responde nadie.
—No hablen todos al mismo tiempo –toma una de las hojas de su tubo de papeles (veo que en la parte de arriba dice “MAPA PARA EMPLEADOS”) y me lo da, mientras me mira las piernas hasta abajo. ¿Me está mirando? No sé bien qué pensar de eso. Ahora quisiera haberme puesto un pantalón.
Cuando intento tomar el mapa, él lo sostiene con fuerza y me obliga a arrancarlo de sus dedos. La esquina se rompe. Qué infantil, pienso. Lo miro con ojos asesinos, pero él nada más sonríe y se acerca".
"—Y sí, mis padres me pusieron Porter por una cerveza. Estaban entre esa y ale, así que…
Grace empuja el brazo de Porter, juguetona, y lo reprende con su vocecita inglesa:
—No mientas. No hicieron eso. No lo escuches, Bailey. Y no lo dejes hacer lo que hace con los nombres. Me llamó Grace “Achís” todo el primer año de la secundaria… hasta que le di una lección en la clase de gimnasia.
—Ahí fue cuando supe que albergabas un amor secreto por mí, Gracie, así que me conmoviste y decidí dejarte en paz".
"@alex: Bueno, para seguir con las buenas noticias, como sé que te encantan las películas de gánsteres [inserte sarcasmo aquí], te acabo de mandar una pila de imágenes de El padrino con leyendas Alexificadas para cambiártelas un poco.
@mink: Las estoy viendo. ¿Te crees muy gracioso, no?
@alex: Solo si tú crees lo mismo.
@mink: Hiciste que se me subiera el jugo de naranja a la nariz.
@alex: Eso es lo que siempre quise, Mink.
@mink: Tus sueños pueden estar más cerca de la realidad de lo que te imaginas…".
"—Uf, qué chica —se levanta los pantalones—. ¿Te trata así de mal en el trabajo? —le pregunta a Porter.
Porter desliza la mirada hacia mí. Lo miro a él, desafiándolo a decir algo ingenioso. Vamos, querido. Lúcete. Cuéntale cómo me hiciste enojar, actuaste como un desgraciado, me llamaste snob y casi hiciste que me despidieran. Muéstrate recio ante la basura de tu amigo.
Pero todo lo que Porter dice es:
—Es buena.
¿Eh?".
"—Pensé que en California siempre estaba soleado —le digo—. Los días de niebla son
deprimentes.
—Nooo. Tienen cierta magia.
—Magia —repito en tono sombrío, sin creerle.
—¿Qué? ¿La magia es muy poco intelectual para ti?
—No me provoques hoy —digo yo, más cansada que frustrada, pero si él insiste mucho más, eso puede cambiar—. ¿Te gusta buscar peleas?
—Solo contigo".
"Me quedo mirando el punto en el que se unieron nuestros cuerpos. Por una milésima de segundo, pienso en alejarme, achicarme otra vez, como hice cuando subimos. Pero…
No lo hago.
Y él tampoco".
"Porter agacha la cabeza y pregunta:
—¿Me estás oliendo, Rydell?
—No —respondo, enderezándome.
—Sí, me estabas oliendo —esboza esa sonrisa calma que tiene.
—Para que sepas, quería saber si habías estado bebiendo.
—Nah, ya no bebo".
"—Mamá dice que la desgracia separa a las personas o las une más".
"—¡Detén la furgoneta!
—¿Qué? —Porter clava los frenos—. ¿Qué pasa?
Me desabrocho el cinturón de seguridad y digo:
—Me… me voy a bajar acá, nada más. Gracias por traerme.
—¿Qué? ¿Pensé que dijiste que era en la calle siguiente?
—Sí, pero…
—Pero ¿qué?
—Puedo caminar lo que falta —digo, negando con la cabeza".
"—Bueno —dice Porter, mirándome de frente.
—Bueno… —repito, tragando saliva con fuerza mientras miro hacia la calle oscura. Brillan algunas luces doradas en las ventanas de las casas vecinas, pero no se oye sonido alguno, salvo algún que otro auto que pasa a lo lejos y una rana que canta junto con unos grillos entre las secuoyas.
Porter se acerca. Yo retrocedo. Siempre invade mi espacio personal, pienso sin fuerzas.
—¿Por qué viniste al fogón hoy? —me pregunta en voz baja.
—Me invitó Grace —respondo, jugueteando con la cremallera de mi abrigo.
—¿Mentiste para salir de tu casa porque te invitó Grace?
Se acerca más.
Doy un paso hacia atrás, y mi trasero golpea el cedro. Mierda. Me he chocado con el poste del buzón. Trato de esquivarlo, pero el brazo de Porter sale disparado y me bloquea el paso.
¡Vaya! Diez puntos por la agilidad surfista".
"Estoy intentando con todo mi ser calmar mi respiración. Pero Porter cambia de posición, y la mano que no me tiene atrapada cae hacia el costado. Sus dedos bailan sobre mi mano, tocándola sutilmente, dibujando suaves formas en mi palma abierta, dando golpecitos a lo código Morse, que me insisten y envían miles de corrientes eléctricas por mis nervios.
—¿Por qué? —susurra contra mi mejilla.
Suelto un débil quejido.
Él sabe que ha ganado. Pero vuelve a preguntar, esta vez al oído.
—¿Por qué?
—Porque quería verte".
"—¿Qué fue eso? —pregunta arrastrando las palabras y alejando de mí toda su maravillosa calidez.
Ahora lo oigo. Vidrios que tiemblan.
—Ay, Dios —susurro; me va a dar un ataque al corazón—. Es el sonido envolvente del televisor. Mi papá estará viendo alguna bendita película de ciencia ficción. Hace temblar las ventanas en las escenas de batallas.
Ahora vuelve aquí.
Después oímos que se golpea una puerta. Eso no es el televisor. Es la puerta de la…
—¡Cochera! —susurro—. ¡Al otro lado de la casa!
—¡Mierda!
—¡Por allí! —digo, empujándolo hacia un arbusto.
Con dos zancadas rápidas, ya está escondido. Oigo el chirrido del cesto de la basura que está en la cochera y exhalo un suspiro de alivio; papá no nos puede ver desde allí. Pero estuvo cerca. Muy cerca.
—¿Bailey? —exclama papá—. ¿Eres tú?
—Sí, papá —respondo. Maldito límite de horario—. Ya llegué.
Un movimiento me llama la atención. Giro a tiempo para ver a Porter escabulléndose por la calle. Es bastante bueno, debo reconocerlo. No es tan bueno como el astuto truhan, pero lo hace bastante bien. Cuando llega al otro lado, gira para verme por última vez, y juro que lo veo sonreír en la oscuridad".
"—Porque siempre estamos pensando en ti —dice Grace con tono sarcástico.
—Ya sé que sí, Gracie —responde él, guiñándole un ojo. Se inclina un poco más cerca, sosteniéndose de mi casillero, y me habla en voz más baja—. Eh, quería saber qué vas a hacer después del trabajo.
Me explota el corazón".
"—Los surfistas siempre tenemos provisiones —explica, hurgando en la caja con un dedo—.
Nos lastimamos a cada rato.
Después de verlo luchar durante varios segundos, me doy cuenta de que su otra mano está tan lastimada que no la puede usar, y la pena supera los nervios que me quedan. Le arrebato el kit.
—Déjame a mí. No puedes curarte a ti mismo, tonto.
—Ah, bien. Hice todo esto como excusa para que me tocaras.
—No es gracioso.
—Un poco".
"—No me malinterpretes, tú también eres bastante ingeniosa —agrega él, abriendo un ojo.
—¿Ah, sí? Qué generoso eres.
Porter me sonríe algo avergonzado, se ríe y empuja mis manos porque ahora le estoy dando unas palmadas juguetonas en el hombro.
—De nada. Y… y… ¡vamos, escúchame! ¡Ay! Estoy herido. Deja de reírte, caramba, y escúchame. Tienes que reconocer que, si te pones a pensarlo, nos llevamos muy, muy bien cuando no peleamos.
¿Sí? ¿Tiene razón?
Puede ser.
Porter gruñe un poco.
—Pero verás, también pasa otra cosa. Hablo demasiado cuando estoy contigo. Me haces sentir demasiado cómodo, y eso me pone como loco.
Me río una última vez y aparto el pelo de mis ojos con un soplido.
—Tú también me pones como loca".
"—Oye —dice él, con voz áspera y profunda—. ¿Estoy loco, o ese fue el mejor beso de tu vida? —tiene una sonrisa kilométrica.
Él sabe que sí.
—Lo sorprendente es que también fue el mejor de tu vida —le retruco.
Porter levanta ambas cejas y después se ríe con los ojos cerrados.
—Tú ganas. ¿Quieres hacerlo otra vez? Quizás fue solo una casualidad. Tendríamos que comprobarlo".
"—¿Así que te enamoraste de mí?
—Quizás —levanto los dedos haciendo un gesto de cantidad pequeña—. Un tantito así.
—¿Nada más? Entonces supongo que le tendré que poner más empeño —dice él en voz baja contra mis labios, casi besándome, pero no del todo. Y otra vez. Casi besitos. Provocándome".
"Cuando me despierto la segunda vez, ya es casi hora de prepararme para ir a trabajar en la Cueva, una locura. Bien podría mudarme allí. Pero me cuesta amargarme mucho por eso, porque pasé la noche con un chico.
PASÉ.
LA NOCHE.
CON UN CHICO".
"—Tu lugar es aquí, conmigo.
Y en ese momento, pienso que sí".
"Porter: Despierta.
Porter: Despieeeeerrrrrtaaaaaaa.
Porter: ¿Pero hasta qué hora duermes? Necesitas un despertador. (De hecho, me gustaría ser ese despertador). (Dios, por favor, no dejes que tu papá tome el teléfono).
Porter: Vamos, dormilona. Si no despiertas pronto, me voy sin ti.
Escribo una respuesta rápida: ¿Qué pasa?
Porter: Buenas olas, eso pasa".
"Cuando llego a la colina grande que está al final de nuestra calle, levanto las manos en el aire y grito hacia las secuoyas: “¡Estoy enamorada!”".
"—Yo no estaba engañando a Porter con Alex —le digo a papá—. Ni estaba engañando a Alex con Porter.
—Lo que realmente hiciste o no hiciste no tiene importancia —dice papá—. Lo que te devora es el secreto".
Jenn Bennett
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