"Tenía miedo: del contacto, de los besos, de no gustarle, de no ser bastante para ella. Pero cuando ya llevábamos un rato abrazados, cuando me empapé de su olor y sentí plenamente su calidez y su fuerza, todo cobró sentido".
"Me sentí feliz, y al mismo tiempo tuve la sensación de que en ese momento la despedida ya se había producido".
"—Vale, lo siento, me pondré a estudiar, no sé si en seis semanas voy a poder sacar el curso. Voy a intentarlo. Pero si no me dejas verte más, no podré. Te...
Iba a decir «te quiero». Pero cambié de idea. Quizá ella tuviera razón, seguro que tenía razón. Pero no tenía derecho a exigirme que estudiara más y a amenazarme con dejar de vernos.
—Te quiero ver cada día".
"¡Éramos felices! A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre".
"—Hay cosas en las uno no debe mezclarse, y que uno debe negarse a hacer a menos que le cueste la vida".
"La vergüenza puede forzarlo a uno a mostrarse esquivo, a ponerse a la defensiva, a ocultar y desfigurar las cosas, incluso a herir a los demás".
"Toda generación tiene el deber de rechazar lo que sus padres esperan de ella".
"Intentaba refugiarme en esa inocencia con la que los hijos aman a los padres. Pero el amor a los padres es el único del que no somos responsables".
"Lo que cuenta no son las palabras, sino los hechos".
"El que huye no sólo se marcha de un lugar, sino que llega a otro".
"Pensé que cuando se ha dejado pasar el momento justo, cuando alguien se ha negado demasiado tiempo a algo, o se lo han negado, ese algo por fuerza llega demasiado tarde, por más que uno lo acometa con todas sus fuerzas y lo reciba con gozo. ¿O quizá no existe «demasiado tarde», sólo «tarde», y «tarde» es mejor que «nunca»? No lo sé".
Bernhard Schlink
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