Cuento: Una canción de Navidad
"—¿No lo crees así? Al fin y al cabo no le ha costado más de tres o cuatro libras de su dinero mortal. ¿Merece tanto elogio por tan escaso gasto?
—No es eso —dijo Scrooge, resistiendo la observación y hablando como su imagen—. No es eso, Espíritu.
Es que está en sus manos el hacernos felices o infelices, el que nuestra labor sea ingrata o plancetera, un goce o una carga. Digamos que su valor está en palabras, en acciones, en cosas tan insignificantes que es imposible resumirlas o contarlas. ¿Qué más da? El contento que propociona vale tanto como costase una fortuna".
"Por nada del mundo habría enmarañado aquellos hermosos cabellos, ni me hubiera atrevido a apoderarme del diminuto zapato que calzaba su pie, aunque de ello dependiese mi vida. Pero confieso que hubiera sido un deleite tocar sus labios con los míos, contemplar sus párpados cubriendo sus pupilas, soltar aquel cabello del que un rizo hubiera constituido un tesoro igual".
"Es una maravillosa evidencia de la ley de compensación el que, si cierto es que la tristeza y la enfermedad son contagiosas, nada hay más contagiosa que la risa y el buen humor".
Cuento: Las campanas
"¡Es tan cruel amarse toda la vida y sufrir separados!".
"Donde tú vayas no puedo ir yo; donde tú vives no puedo vivir; tu pueblo no es mi pueblo ni tu Dios es mi Dios".
"—¿No lo crees así? Al fin y al cabo no le ha costado más de tres o cuatro libras de su dinero mortal. ¿Merece tanto elogio por tan escaso gasto?
—No es eso —dijo Scrooge, resistiendo la observación y hablando como su imagen—. No es eso, Espíritu.
Es que está en sus manos el hacernos felices o infelices, el que nuestra labor sea ingrata o plancetera, un goce o una carga. Digamos que su valor está en palabras, en acciones, en cosas tan insignificantes que es imposible resumirlas o contarlas. ¿Qué más da? El contento que propociona vale tanto como costase una fortuna".
"Por nada del mundo habría enmarañado aquellos hermosos cabellos, ni me hubiera atrevido a apoderarme del diminuto zapato que calzaba su pie, aunque de ello dependiese mi vida. Pero confieso que hubiera sido un deleite tocar sus labios con los míos, contemplar sus párpados cubriendo sus pupilas, soltar aquel cabello del que un rizo hubiera constituido un tesoro igual".
"Es una maravillosa evidencia de la ley de compensación el que, si cierto es que la tristeza y la enfermedad son contagiosas, nada hay más contagiosa que la risa y el buen humor".
Cuento: Las campanas
"¡Es tan cruel amarse toda la vida y sufrir separados!".
"Donde tú vayas no puedo ir yo; donde tú vives no puedo vivir; tu pueblo no es mi pueblo ni tu Dios es mi Dios".
Charles Dickens
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