miércoles, 14 de septiembre de 2022

Citas: Entraña del adiós - Jesica Sabrina Canto

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 Doloroso déjà-vu:


"Desde que su esposa había muerto, el cuidado de su imagen había perdido toda relevancia. Ya se estaba quedando calvo casi por completo y la barba apenas le crecía, las pecas y manchas marrones en su piel se hicieron más notorias, y sus ojos contenían las lágrimas incluso en los momentos más felices".

"En realidad, desde el momento en que recibió la noticia por boca de Cristian a través del tubo del teléfono y que solo había atinado a decir
“¿Necesitás algo?”.
¿Cómo expresar lo que solo se puede sentir?".

"Sabía lo difícil de la situación, del esfuerzo de disimular ante un hijo, de la soledad y la necesidad de volver el tiempo atrás. Acostarse en la cama vacía y girar de un lado al otro sin poder dormir. Minutos eternos esperando que ella terminara sus quehaceres y fuera a su lado, rodearla con los brazos y cerrar los ojos respirando el aroma de su pelo.
Sentir el tacto de su mano al engancharla con esos dedos que tanto la ansiaban. Sensaciones que se extienden hasta el amanecer, el despertador que suena a la par que el sol irrumpe por la ventana, sin que las cortinas blancas le opongan ninguna resistencia. Levantar la vista y ver a ese niño fruto del amor, con su pijama a cuadros y la almohada apretada contra el pecho, parado en el marco de la puerta abierta y que de repente dice:
“Soñé que mamá venía a buscarme al colegio”.

"El departamento de Cristian parecía querer olvidar. Evitar el mayor daño posible. Con las estanterías desprovistas de fotografías y la ausencia de flores o rasgos de mujer. Roberto reconoció en esa austeridad a la que él llamó la “segunda etapa del dolor”: de no querer mover una percha a quitarlo todo con desesperación".

"Roberto sabía que el olvido se resistía y que nunca llegaba, que cada rincón del camino generaba del párpado hacia dentro una lágrima, para hacerle compañía a los recuerdos. Lo sabía, pero no lo decía, porque las palabras no pueden explicar algo que es tan inexplicable".

"Pensaba y se esforzaba, sin encontrar respuestas. Se consolaba, en parte, con estar. Pero no de cualquier modo, él tenía que ser como esas paredes abstractas y contribuir a la calma".

"Tantas preguntas sin respuestas, tantos pensamientos que resucitaban con ese déjà-vu cruel. El agua caía con fuerza sobre sus manos huesudas, golpeando en la palma y escurriéndose por las falanges de los dedos. La artrosis en su cuerpo lo castigaba, y él sentía que lo merecía, sin importar la lógica de los hechos, la culpa se imponía, la infinita probabilidad de que algo hubiera sido diferente se convertía en un pensamiento permanente".

"Él había evitado hacer preguntas para no remover recuerdos que pudieran ser dolorosos para su padre. Él hacía lo que podía, lo que creía mejor, intentaba hablar con Esteban, pero no había estado dispuesto aún a dejar salir su furia. Pero en ese momento su aguante tocó su límite, el llanto de un hijo podía ser el sonido más hermoso o más desgarrador del mundo".

Dejar todo atrás:

"Sabía que para el resto de la clase ella era un enigma: estudiosa, pero sin miedo a hacerle frente a los docentes; conversadora en los trabajos grupales en el aula, pero inexistente fuera del horario escolar".

"Nunca había ido a bailar tampoco, aunque sí fumó marihuana en los columpios de una plaza cercana al colegio con un compañero que supo despertar su atención. Él tenía mal genio y despreciaba a todos, pero Verónica se daba cuenta de que en realidad tenía miedo a entablar relaciones afectivas con la gente. Podía decirse que lo comprendía, incluso antes de saber su situación. Gestos que sabía leer sin ser consciente, una mirada de la vida que el resto no tenía y el reflejo de la pena que le era propia en el rostro de otros".

"A veces era optimista y sumaba opciones a su lista mental; otras, se regañaba por ilusa. A veces se creía con derecho a elegir; otras, sentía que su deber era quedarse y aguantar".

"En ese momento se le había ocurrido circularla por las redes sociales, pero no tenía deseos de ser cruel con las personas, aunque se lo merecieran; si lo confundía con justicia podía incentivarse a hacer algo que debería haber hecho hacía tiempo, pero que solo traería problemas, porque no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado".

"Ciertas veces, Verónica creía que él quería hablarle, invitarla a salir. Lo veía en sus gestos faciales, cómo separaba despacio los labios y los cerraba vacilante, daba un paso más hacia ella para tomar valor, pero para ese momento ella ya había tomado la mochila del piso y pasaba a su lado en dirección a la puerta. A veces quería darle más tiempo, quedarse y escuchar, pero esos segundos de silencio le pesaban. Verónica no creía en cuentos de hadas, pero en ocasiones le gustaba pensar que ese hombre podría ser un caballero de brillante armadura. Cuando pensaba de esta manera, sus ideas se torcían y la invadía la certeza de que las apariencias engañan. Por eso nunca lo llamaba por su nombre, porque tenía miedo. Lo admitía para sí, y mientras cruzaba la puerta de vidrio y bajaba los escalones de la entrada, pensaba en ello. Y pensaba en el cuadro, y solo allí, ya en la calle, habiendo dejado el museo atrás, comparaba los trazos de la pintura con la realidad".

"No tenía muchos números agendados, y en llamadas rápidas había decidido poner el 911 y 107, aunque hasta el momento nunca los había marcado. Nunca llevaba a nadie a su casa y prefería estar fuera de ella el mayor tiempo posible. En realidad, deseaba no volver".

"Había sido en Concordia, Entre Ríos, para la época de carnaval.
En el campo no solo el paisaje era diferente, sino también el aire.
Deseaba con ansias volver a respirar fuera de la ciudad, despertar en la noche sintiendo el canto de los grillos y un sinfín de aves al amanecer, y bañarse en el río. Una sola semana de toda su infancia y era casi su único recuerdo feliz, el único que no se había manchado y que le gustaría volver a repetir".

Un viaje de geometría:

"Las voces de las niñas llegaban hasta sus oídos, le parecían similares a las de los recuerdos de su infancia, solo que no sabía si estos eran reales o meras invenciones de añoranza".

"Volvió a sacar el paquete de cigarrillos y a fumar apoyado contra la baranda de metal. Por el miedo irracional de que descubrieran de dónde venía y lo regresaran al calabozo, es que nunca tuvo pareja y solo “amigos” por cortos períodos de tiempo".








Jesica Sabrina Canto

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