domingo, 1 de mayo de 2022

Citas: Tatuaje - Junichiro Tanizaki

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"La gente hacía todo lo posible para embellecerse, algunas personas llegaban a hacerse inyectar pigmentos en su piel: ostentosos prodigios de línea y color danzaban sobre los cuerpos de los hombres".


"Durante mucho tiempo Seikichi había acariciado el deseo de llevar a cabo una obra maestra sobre la piel de una mujer hermosa. Tal mujer debía sobresalir por su carácter además de por su belleza. Una cara bonita y un bello cuerpo no eran atractivos suficientes para satisfacerle. Aunque pasó revista a todas las beldades que reinaban en el barrio alegre de Edo, no halló ninguna que se adaptase exactamente a sus deseos".


"Una noche de verano, durante el cuarto año de su búsqueda, Seikichi pasaba ante el restaurante Hirasei, en el distrito Fukagawa de Edo, no lejos de su propia casa, cuando vio un pie femenino, blanco como la leche, bajo la cortina de un palanquín que se alejaba. Para sus ojos perspicaces, un pie humano era tan expresivo como una cara. Aquél era una pura delicia, dedos exquisitamente cincelados, uñas como conchas iridiscentes de la costa de Enoshima, un talón con redondez de perla, una piel tan lustrosa que parecía bañada en las límpidas aguas de un manantial montañoso. Aquél era un pie para ser alimentado con la sangre de los hombres, un pie para hollar sus cuerpos. Pertenecía con toda seguridad a aquella mujer única que le había rehuido durante tanto tiempo".


"Cuando la muchacha vio aquella extraña pintura, sus labios temblaron y sus ojos empezaron a brillar. Gradualmente su rostro fue adquiriendo un curioso parecido con el de la princesa. Descubría en los rasgos del dibujo su propia personalidad.

—Tus sentimientos se muestran aquí —le dijo Seikichi con placer mientras escrutaba su rostro.

—¿Por qué me muestra esta cosa horrible? —preguntó la muchacha mirándole.

Se había puesto muy pálida.

—La mujer eres tú, su sangre corre por tus venas".


"Horas más tarde, cuando la luna colgaba sobre las casas del otro lado del río, bañándolas con una claridad irreal, el tatuaje no había llegado a la mitad y Seikichi trabajaba a la luz de una vela.

Ni siquiera insertar una simple gota de color era tarea fácil. A cada movimiento de la aguja, Seikichi daba un profundo suspiro como si un puñal se clavase en su corazón".






Junichiro Tanizaki

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