viernes, 31 de agosto de 2018

Citas: Vida de una Geisha - Mineko Iwasaki


"Creo que la elección de mi profesión es por demás paradójica. Una geiko de categoría se halla siempre expuesta al resplandor de los focos, mientras que yo pasé gran parte de mi infancia escondida en un armario oscuro".

"Una geiko de categoría es maestra en el arte de crear un ambiente  de distensión y esparcimiento, sin embargo, yo no disfruto en particular con la compañía de otros. 
Una geiko de renombre nunca está sola, pero yo siempre he amado la soledad.
¿No es extraño? Parece que hubiese escogido de forma deliberada el camino que entrañaba para mí mayores dificultades, una senda que me obligase a afrontar y superar mis limitaciones personales".

"Fue tenaz en su cortejo, pero debido a la notable diferencia de clase existente entre ambos mi madre pensó que la relación sería imposible. Al final, mi padre la dejó embarazada de mi hermana mayor, lo que la  obligó a casarse".

"—Mirad bien y aprended. Esta ave estúpida le ha dado un picotazo a nuestra querida Masako, y ha muerto por ello. Recordadlo: no está bien hacer daño a otros ni causarles dolor".

"En cuanto llegamos a casa y vi a mí madre, me eché a llorar con gran aflicción y me arrojé a sus brazos. Al cabo de un rato me bajé de su regazo y me metí en el armario.
Mis padres me dejaron tranquila y pasé la noche allí, envuelta en la oscuridad.
No abandoné el armario hasta la mañana siguiente, aunque todavía estaba muy alterada por el viaje a la okiya Iwasaki, pues lo que había visto en el karyukai era muy distinto de todo cuanto conocía, mi pequeño mundo comenzaba a desmoronarse. Estaba confundida y asustada, y me pasaba la mayor parte del tiempo abrazándome a mí misma, con la mirada perdida".

"Una noche invitaron a Koyuki a un banquete en el Ichirikitei en honor al general MacArthur. Y éste se quedó tan prendado del quimono que ella llevaba que quiso saber si se lo darían para los
Estados Unidos. Cuando la propietaria del Ichirikitei dio la solicitud a tía Oima, ésta respondió:
—Los quimonos son nuestra vida. Lléveselo si lo desea, pero tendrá que llevarme también a mí. ¡Puede ocupar mi país, pero jamás ocupará mi alma! —El general no volvió a pedir el quimono".

"Cuanto más amables eran conmigo, peor me sentía. Estaba indignada, llena de odio hacia mí misma".

"Salí del juzgado flanqueada por mis padres, cogida con fuerza de sus manos. Lloraba y me sentía tan culpable por haberlos traicionado que no me atreví a mirarlos a la cara, aunque, de soslayo, descubrí en las mejillas de ambos el rastro de sus lágrimas.
Vieja Arpía detuvo un taxi y los cuatro volvimos juntos a la okiya.
Mi padre trató de consolarme:
—Tal vez sea mejor así, Ma-chan. Estoy seguro de que en la okiya Iwasaki te divertirás más que en casa. ¡Aquí hay tantas cosas interesantes que hacer! Pero si alguna vez quieres volver a casa, avísame y vendré a buscarte. En cualquier momento. De día o de noche. Sólo tienes que llamarme.
Lo miré y aseveré:
—He muerto.
Mis padres dieron media vuelta y se alejaron. Cuando los obis de sus quimonos comenzaron a desvanecerse a lo lejos, grité en lo más profundo de mi corazón: 

"¡Mamá! ¡Papá!". Pero esas palabras no llegaron a mis labios.
Cuando mi padre se volvió para mirarme, contuve el impulso de correr tras él y, ahogando las lágrimas, agité triste la mano. Mi decisión era irrevocable".

"—¿Qué pasa, Mine-chan?
—Ay, algo horrible. Estoy sangrando.
—No es nada, Mineko. Estás bien. Eso es bueno.
—¿Las hemorroides son buenas?
—No son hemorroides. Tienes la menstruación.
—¿La qué?
—La menstruación. La regla. Es completamente normal".

"Sentada ante ella, me sentí majestuosa y adulta con mi primer peinado formal. Me miró con una conmovedora expresión de orgullo y fue en ese preciso instante cuando por fin tomé conciencia de que tía Oima había muerto y prorrumpí en sollozos. El proceso de cicatrización de las heridas había comenzado. Lloré durante dos horas, manteniendo en vilo a todo el mundo, antes de que madre Sakaguchi pudiera empezar a maquillarme".

"Esa noche asistí a mi primer ozashiki; el invitado de honor era un caballero occidental. El traductor le explicó que yo era una aprendiz de maiko, y que aquélla era mi primera aparición en público. Entonces, él se volvió para hacerme una pregunta y le respondí lo mejor que pude en mi inglés de colegiala.
—¿Alguna vez ves películas americanas?
—Sí.
—¿Conoces el nombre de los actores?
—Conozco a James Dean.
—¿Y el de los directores?
—Sólo el de uno. Se llama Elia Kazan.
—Vaya, gracias. Yo soy Elia Kazan.
—¡No! ¡Bromea! ¿De veras? ¡No lo sabía! —exclamé en japonés".

"Mamá Masako era incapaz de ocultar sus sentimientos, pues cuando estaba enamorada, resplandecía, y si la relación iba mal, ni siquiera se molestaba en peinarse y lloraba mucho. Yo le daba palmaditas en la espalda:
—Estoy segura de que pronto encontrarás a don Perfecto.
Nunca perdió las esperanzas. Y nunca lo encontró".

"Trató de animarme dando un giro a la conversación.
—¿Cuál es tu pasatiempo favorito, Mine-chan?
—Me encanta bailar.
—¡Qué bien! ¿Y de dónde has salido?
—De ahí.
—¿De dónde?
—De la habitación de al lado.
Mi respuesta dibujó una sonrisa en sus labios.
—No, te preguntaba dónde has nacido".

"—¿Cómo debo mirar una obra de arte? —quise saber, en cierta ocasión.
—Limítate a ver lo que ves y a sentir lo que sientes —fue su respuesta, franca y sucinta".

"—¿De verdad le quedan dudas todavía? —le pregunté—. ¿A pesar de tener noventa años?
—Hay ciertas cosas de las que nunca podemos estar seguros —aseveró—, aunque vivamos cien años. Eso demuestra que somos humanos".

"El médico que vino a reconocerme quiso saber si había tenido gases.
—¿Gases? —pregunté.
—Si, gases. ¿Han salido ya?
—¿Salir? ¿De dónde?
—Lo que quiero decir es si te has tirado algún pedo.
—¡Por favor! —exclamé, indignada—. Yo no hago esas cosas".

"—Apuñala el cuerpo y sanará. Pero lastima el corazón y la herida permanecerá abierta durante toda la vida".

"—Escucha a este viejo curandero, Mine-chan. Tienes que cuidarte. 
Ahora debes volver a casa y meterte en la cama. Prométeme que mañana irás al hospital.
—Pero si estoy bien.
—No me escuchas, Mine-chan.
—Porque estoy bien.
—No estás bien. Si sigues así, podrías morir.
—Ah, las mujeres hermosas siempre mueren jóvenes.
—Esto no es ninguna broma. —Ahora parecía enfadado".

"—Señorita Iwasaki, tiene que ocuparse de esto de inmediato. De lo contrario podría tener un problema serio.
—¿Qué clase de problema?
—Podríamos vernos obligados a extirparle un riñón.
Todavía no me había dado cuenta de la gravedad de la situación.
—Yo ni siquiera sabía que tenía dos riñones. ¿No basta con uno? ¿Necesito los dos?".

"Lo primero que vi cuando entré en el quirófano fue a un hombre de bata blanca que enfocaba mi cara con una cámara de fotos. Sin pensar, le dediqué una gran sonrisa.
El médico me habló con brusquedad:
—Por favor, no preste atención a la cámara y no sonría. Necesito fotografías de esta operación para una conferencia sobre cirugía. Ahora abra la boca...".

"Mi verdadero problema no está en mi garganta ni en mis riñones. El médico debería haberme operado del corazón".

"—Ven un momento, Mineko —me indicó, y acto seguido me condujo a la habitación de las criadas.
Antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba, me rodeó con sus brazos y me besó en la boca.—Eh, basta. —Forcejeé para soltarme—. Sólo Gran John, mi perro, tiene permiso para hacer eso.
Fue mi primer beso. Y no me gustó nada. Pensé que estaba sufriendo un ataque de alergia. Se me pusieron la carne de gallina y los pelos de punta, y un sudor frío cubrió mi cuerpo. Tras pasar por la sorpresa y el miedo, llegué al instante a un estado de incontenible furia.
—¡Cómo se atreve! —exclamé—. ¡No vuelva a tocarme nunca! ¡Jamás!
—Vamos, Mine-chan, ¿no te gustó ni siquiera un poquito?
—¿Gustarme? ¿Qué quiere decir? Esto no tiene nada que ver con que me guste o no me guste.
Me avergüenza confesarlo, pero a los dieciocho años todavía creía que los besos en la boca podían dejar embarazada a una mujer. Estaba aterrorizada".

"Una noche me rogó con picardía:
—Ya sé que no se me permite tocarte, pero ¿no podrías poner un dedo, sólo uno, en mi rodilla? Sería una forma de recompensar mis esfuerzos con el shamisen.
Como si tocase algo contaminado, apoyé cuidadosamente la yema del dedo índice en su rodilla.
Me pareció un juego.
Después de tres meses de rozarlo con el índice, preguntó:
—¿Qué tal tres dedos?
Y más adelante:
—¿Por qué no cinco dedos?
Y luego:
—¿Y la palma entera?
Por fin, una noche se puso serio.
—Creo que me estoy enamorando de ti, Mineko".

"Estábamos en ese punto cuando Toshio le pidió a mi amiga que me llevase un ramo de asteres.
Era una dulce forma de cumplir su promesa de visitarme a diario. Al descubrir que las flores eran un regalo de Toshio, me embargó la emoción. No sabía si aquello era amor, pero estaba claro que algo sí sentía: una opresión en el pecho cada vez que pensaba en él. Y pensaba en él a todas horas. No me encontraba cómoda y hacia que aflorase mi timidez. Quería hablar con él de lo que me pasaba, pero no sabía qué decir. Creo que la pequeña puerta de mi corazón empezaba a abrirse. Aunque yo no dejaba de luchar".

"—¿Mamá?
—¿Sí?
—Eh… No, nada; no tiene importancia.
—¿Qué es lo que no tiene importancia? ¿Qué ibas a decir?
—Olvídalo. Sólo estaba pensando.
—¿En qué? No me tengas sobre ascuas, es exasperante.
No pretendía irritarla, pero las palabras se negaban a salir de mi boca.
—No estoy segura de que seas la persona apropiada para aconsejarme.
—Soy tu madre.
—Lo sé, y respeto mucho tu opinión sobre cuestiones de trabajo, pero se trata de algo diferente. No sé si debo hablar de este asunto contigo.
—Soy Fumichiyo Iwasaki, Mineko. Puedes preguntarme lo que quieras.
—Pero todos los hombres con los que has salido parecen calamares desecados. Después rompen contigo y tú te quedas llorando abrazada a la farola del colmado. Es humillante. Todos los vecinos te ven y exclaman: "Pobre Fumichiyo, ya la han abandonado otra vez".
Era la pura verdad. A sus cuarenta y siete años, mamá Masako aún no había conseguido formar una pareja estable. Nada había cambiado. Seguía enamorándose cada dos por tres y ahuyentando a sus amantes con su mordacidad. Y era cierto que lloraba abrazada a la farola. Tengo muchos testigos de ello.
—No es una descripción muy halagadora. Creo que no soy la única por aquí que tiene una vena maliciosa. Pero no hablemos más de mí. ¿Qué te pasa a ti?
—Me preguntaba qué se siente al enamorarse".

"Mamá Masako y tía Taji tenían la vista fija en el plato. Aún no habían dicho una palabra. Las presioné.
—"Deléitate y da gracias por cualquier alimento que te ofrezcan". ¿No es eso lo que nos enseñó Buda?
—Sí —respondió mamá—, pero todo tiene un límite.
—¿Qué quieres decir?
—Mineko, ¿te has molestado en probar la comida antes de servirla?
—No ha sido necesario. Sé que está buena por el aroma que desprende.
Esto demuestra lo poco que sabía de cocina".

"—Yo creo que las personas que se aman deben estar juntas —dictaminó ella, tan romántica como siempre".

"Por fin me acerqué a él, por primera vez, y lo abracé. Sentí que se fundía entre mis brazos:
"Esta intensa unión es amor —pensé— ya lo he encontrado".

"La jefa de enfermeras estaba indignada:
—Esto no es un hospital psiquiátrico, así que dejen de comportarse como si estuvieran locas. Y, por favor, no colapsen la línea telefónica.
Al cabo de unos diez días el médico nos quitó los puntos y nos dio el alta. Creo que las enfermeras se alegraron de que nos fuésemos".

"Así que, una vez más, decidí empezar de cero. Y la siguiente ocasión que me lo propuso, y era la cuarta, acepté con una condición: le hice prometer que me concedería el divorcio si al cabo de tres meses no me sentía feliz.
Nos casamos el 2 de diciembre, veintitrés días después de conocernos".





Mineko Iwasaki

lunes, 27 de agosto de 2018

Citas: Algunas poesías - Johann Wolfgang von Goethe


"¡Deja que adiós te diga con los ojos,
ya que a decirlo niéganse mis labios
¡La despedida es una cosa seria
aun para un hombre, como yo, templado!".

(La despedida)

"Triste en el trance se nos hace, incluso
del amor la más dulce y tierna prueba;
frío se me antoja el beso de tu boca
floja tu mano, que la mía estrecha".

(La despedida)

"¡Sus, y a la obra de nuevo! No pienses ni caviles;
que quien amar no sabe a las floridas rosas
solo encuentra después espinas que le pinchen".

(La fuerza de la costumbre)

"—¡Ay! Si yo fuera—la violeta dice—
la flor más bella de las flores todas...,
pero tan solo una violeta soy,
¡condenada a morir sobre el corpiño
de una muchacha loca!".

(La violeta)

"A vosotros debemos el saber
que hemos sido felices una vez".


(Elegías Romanas)



Johann Wolfgang von Goethe

jueves, 23 de agosto de 2018

Citas: Memorias de una Geisha - Arthur Golden


"Cuando tenía seis o siete años, me enteré de algo referente a mi  padre que hasta entonces había ignorado. Un día le pregunté: «Papá, ¿por qué eres tan viejo?». El arqueó las cejas, de modo que tomaron la forma de unos pequeños paraguas caídos sobre sus ojos. Y luego suspiró largamente, movió la cabeza y dijo: «No lo sé»".

"No mucho después volví a visitar las sepulturas y descubrí que la tristeza es un peso difícil de llevar. Mi cuerpo pesaba el doble que un momento antes, como si aquellas sepulturas tiraran de mí".

"Me pareció que el mundo entero se sentía como me sentía yo. ¿Es que la vida era sólo una tempestad que arrasaba con todo, dejando tras ella sólo algo yermo e irreconocible?".

"Tienes la cara como una berenjena, pequeña Sakamoto.
Se acercó a un cajón y sacó un espejito para que me viera. Tenía el labio hinchado y amoratado, como había dicho él.
Pero lo que realmente quiero saber -continuó- es por qué tienes unos ojos tan extraordinarios y por qué no te pareces en nada a tu padre.
Son los ojos de mi madre -respondí yo-. Pero mi padre tiene tantas arrugas que nunca he podido saber cómo es realmente.
Tú también tendrás arrugas algún día".

"A la mañana siguiente, para no pensar en mis preocupaciones, me fui a bañar a un estanque que había un poco más allá de nuestra casa, entre un bosquecillo de pinos. Los niños del pueblo iban a bañarse allí casi todas las mañanas cuando hacía buen tiempo. Satsu también venía a veces, con un traje de baño que se había hecho con unas ropas de pescar de mi padre, que ya estaban prácticamente inservibles. No era exactamente un buen traje de baño, porque cuando se inclinaba se le aflojaba en el pecho, y los muchachos gritaban: 

«¡Mirad, se le ven los Montes Fujis!». Pero a ella le daba igual".

"Una de las lubinas cayó al camino y revivió con el golpe. Verla aletear, boqueando, era más de lo que yo podía soportar. Me volví con lágrimas en los ojos, y aunque intenté ocultárselas al Señor Tanaka, él se dio cuenta. Después de recoger el pescado y cuando ya estábamos de nuevo en camino, me preguntó qué me pasaba.
¡Pobrecito pescado! dije yo.
Te pareces a mi mujer. Cuando ve los pescados ya están muertos, pero si tiene que cocinar un cangrejo todavía vivo, se le llenan los ojos de lágrimas y les canta una canción".

"¡Pero bueno! Creí que mi vista me engañaba dijo. Deberías haberme dicho antes que venías con una niña tan bonita. ¡Qué ojazos! Son del color de los espejos.
¿De los espejos? dijo Hatsumono. Los espejos no tienen color Awaji-san.
Claro que lo tienen. Son grises. Cuando tú te miras al espejo, sólo te ves a ti; pero yo sé reconocer un lindo color cuando lo veo".

"Casi todas las noches al acostarme enfermaba de angustia y ansiedad, y sentía un vacío tan grande dentro de mí que me parecía que el mundo no era más que una enorme estancia desierta".

"En estas fantasías nunca conseguía llegar a la casa; tal vez tenía miedo de lo que podría encontrar allí, y, en cualquier caso, era el paseo por el acantilado lo que parecía consolarme. Entonces, en algún momento, oía toser a una de las criadas, o a la Abuela ventoseando con un gruñido, y en ese instante se disolvía el aroma marino del aire, bajo mis pies volvía a sentir el tacto de las sábanas en lugar de la tierra del camino, y me encontraba de nuevo donde había empezado: con nada, salvo mi soledad".

"Por eso los sueños son tan peligrosos: abrasan como el fuego y a veces nos consumen completamente".

"Una fría tarde de invierno, sentada en el cuarto de las criadas mientras la nieve caía muda en el pequeño patio de la okiya, pensé en mi padre tosiendo solo frente a la mesita de su desolada casa; y en mi madre, tan débil que su cuerpo apenas se hundía en el futón. Salí dando tumbos al patio, intentando huir de mi pena, pero, claro está, es imposible huir de la pena que se lleva dentro".

"Ya había crecido prácticamente todo lo que iba a crecer. Mi cuerpo seguiría siendo fino y nudoso como una ramita, pero mi cara había perdido su blandura infantil y se había afilado en la barbilla y las mejillas, dando a mis ojos una verdadera forma almendrada. Antes los hombres no se fijaban en mí por la calle más de lo que lo harían en una paloma; ahora me  miraban cuando pasaba a su lado. Me extrañó ser objeto de su atención después de haber sido ignorada durante tanto tiempo".

"Mi existencia era como un río, que cambiaba cada día".

"En la vida nos topamos de vez en cuando con cosas que no entendemos porque nunca hemos visto nada semejante".

"Mírala... una chica tan guapa sin nada de lo que avergonzarse dijo. Y, sin embargo, te da miedo mirarme. Alguien ha debido de ser muy cruel contigo... o tal vez, la vida te ha sido cruel.
No sé, Señor respondí yo, aunque, claro está, lo sabía perfectamente.
Ninguno de nosotros encuentra en este mundo todo el cariño que deberíamos afirmó, y entrecerró los ojos un momento, como diciéndome que debería pensar seriamente en la afirmación que acababa de hacer".

"Finalmente levanté la vista, aunque me ruboricé y miré hacia otro lado tan rápidamente que lo más seguro es que él nunca se diera cuenta de que nuestras miradas se habían cruzado. Pero ¿cómo describir lo que vi en ese instante? Aquel hombre me estaba mirando como un músico podría mirar a su instrumento justo antes de ponerse a tocar, con conocimiento y maestría. Sentí que podía ver dentro de mí, como si yo fuera una parte de él. ¡Cómo me habría gustado ser su instrumento!".

"Tomé el atadijo y, haciéndole una profunda reverencia, intenté explicarle lo agradecida que me sentía, aunque estoy segura de que mis palabras no le transmitieron plenamente mis sentimientos. No le estaba dando las gracias por la moneda, ni tampoco por la molestia que se había tomado al detenerse a ayudarme. Le estaba dando las gracias por... bueno, por algo que no estoy segura de poder explicar ni tan siquiera ahora. Por mostrarme que en el mundo se puede encontrar algo más que crueldad, supongo".

"Lo vi alejarse con el corazón encogido, aunque era un tipo de encogimiento agradable, si es que puede haber algo así. Lo que quiero decir es que si una noche lo has pasado mejor que nunca en tu vida, te apena que se acabe; pero eso no quita para que te sientas contento y agradecido de que haya sucedido".

"En este momento comprendí algo que había pasado por alto: el objetivo no era llegar a ser geisha, sino ser geisha".

"En realidad, señora, ver correr el agua fue lo que me dio la idea de escaparme por el tejado.
Estoy segura de que eres una chica lista, Chiyo, pero no creo que ése fuera tu momento más inteligente. Quienes tenemos mucha agua en nuestras personalidades no escogemos hacia donde corremos. Lo único que podemos hacer es fluir hacia donde nos lleva el paisaje de nuestras vidas.
Supongo que soy como un río que se topa con una presa, y esa presa es Hatsumono.
Sí, probablemente eso es cierto dijo ella mirándome tranquilamente. Pero a veces los ríos se llevan las presas".

"Mira, Chiyo, andar dando tumbos por la vida no es un buen procedimiento. Has de aprender cómo encontrar el tiempo y el lugar para cada cosa. Cuando un ratón quiere volver loco a un gato no se precipita fuera de la madriguera cada vez que se le ocurre".

"Nosotros, los seres humanos, somos sólo una parte de algo mucho más grande. Puede que al caminar aplastemos un escarabajo o sencillamente produzcamos una pequeña corriente en el aire que haga que una mosca termine posándose donde no se hubiera posado nunca. Y si pensamos en el mismo ejemplo, pero haciendo nosotros el papel de los insectos, y el universo en toda su extensión el que acabamos de hacer nosotros, veremos claramente que cada día nos afectan unas fuerzas sobre las cuales no tenemos más control que el que tiene el pobre escarabajo sobre nuestro pie gigantesco cerniéndose sobre él.
¿Y qué podemos hacer? Hemos de emplear todos los métodos que podamos para comprender el movimiento del universo a nuestro alrededor y planificar nuestros actos para no luchar contra las corrientes, sino ir a favor de ellas".

"Vas a ser un buena geisha me dijo, pero aún podrás serlo mejor si tienes en uenta lo que dicen tus ojos.
Nunca he pensado que dijeran nada respondí yo.
Los ojos son la parte más expresiva del cuerpo de una mujer".

"Dicen que la semana en la que una joven prepara su debut como aprendiza de geisha es semejante a cuando un gusano se convierte en mariposa. Es una idea encantadora, pero no logro imaginar quién ni por qué ha podido pensar algo así".

"Mameha ya había llegado y estaba arrodillándose para saludar con una profunda reverencia.
Entonces el hombre volvió la cabeza, y vi por primera vez su ancha cara y sus afiladas mejillas... y sobre todo... esos párpados tan tensos en las comisuras y tan lisos y suaves. Súbitamente, todo lo que me rodeaba pareció calmarse, como si él fuera el viento que soplaba y yo sólo una nube por él arrastrada".

"Todo hombre tiene su destino. Pero ¿quién necesita ir a un vidente para saberlo? ¿Es que acaso yo voy a un cocinero para descubrir que tengo hambre? dijo Nobu. En cualquier caso, Sayuri es un nombre muy bonito, aunque los nombres bonitos y las chicas bonitas no siempre van juntos.
Empecé a preguntarme sí su siguiente comentario sería del tipo de: ¡Pero Mameha! ¡Qué hermana pequeña más fea has tomado! O algo por el estilo. Pero para mi alivio dijo:
Aquí tenemos un caso en el que el nombre y la chica van juntos. ¡Incluso creo que puede llegar a ser incluso más bonita que tú, Mameha!
¡Nobu-san! A ninguna mujer le gusta oír que no es la criatura más hermosa del mundo.
Especialmente a ti, ¿eh? ¡Pues más vale que te vayas acostumbrando!".

"Después de haberlo vuelto a encontrar en la exhibición de sumo, había empezado a pensar en todas las posibilidades que la vida me ofrecía. Pero ahora, tras escuchar las palabras de Mameha, me sentí atravesando un océano de dolor".

"Todavía no sabía cuál era el plan de Mameha ni cómo iba a llevarme triunfar como geisha ni si mi éxito me iba a acercar alguna vez al Presidente. Pero todas las noches, acostada en el futón, me ponía su pañuelo en la mejilla, reviviendo una y otra vez mi encuentro con él. Era como las campanas de los templos, que resuenan largo rato después de haber sido tocadas".

"El doctor se aclaró la garganta, lo que a mí me pareció un buen signo.
Primero lo intento manteniéndome en una pierna y luego en la otra. Pero el problema es...
El barón había estado charlando con otros invitados en el extremo opuesto de la plataforma; pero en ese momento precisamente ponía fin a lo que estaba contando. Las siguientes palabras que dije sonaron con la misma claridad que si me hubiera subido a un podio y las hubiera pronunciado en voz alta para todos los presentes.
... cuando no llevo nada puesto...
Me llevé la mano a la boca, pero antes de decidir yo qué hacer, alzó la voz el barón.
¡Qué barbaridad! No sé de qué estáis hablando ahí, pero desde luego suena más interesante que lo que contamos por aquí".

"Sabía que tenía que apartar la vista de él, pero era como intentar arrancar clavos de una pared".

"¡Hombre, Nobu-san! exclamó Mameha, ya empezaba a preocuparme de que no te interesara la compañía de Sayuri. Hace casi un mes que no sabíamos nada de ti, y esperábamos...
Pero ¿quién eres tú para quejarte de que te hagan esperar? Llevo aquí fuera casi una hora".

"Eres muy buena bailarina, Sayuri. Yo no hago regalos porque sí dijo, aunque creo que no era para nada verdad. Probablemente por eso no les gusto tanto como otros hombres a Mameha o a otras geishas de Gion.
¡Nobu-san! ¡Nadie ha sugerido jamás tal cosa!
¡Sé perfectamente lo que os gusta a las geishas! Mientras os hagan regalos, aguantáis lo que sea".

"Mientras que siempre que volvía la vista hacia donde estaba Nobu, lo sorprendía mirándome fijamente como si yo fuera la única persona en la habitación. 
Ciertamente, si había alguien que supiera de esos anhelos del alma, era yo".

"Tienes dieciocho años, Sayuri continuó. Ni tú ni yo podemos prever tu destino. ¡Puede que nunca llegues a conocerlo! El destino no siempre es algo semejante a una fiesta al anochecer. A veces no es más que la lucha por sobrevivir día tras día.
¡Qué crueldad, Mameha-san!
Sí, sin duda, es cruel. Pero nadie puede escapar a su destino".

"¡Por favor, si no se trata de escapar a mi destino ni nada por el estilo! Nobusan es un buen hombre, como acaba de decir. Sé que sólo puedo estarle agradecida por su interés, pero... había soñado con tantas cosas.
Y tienes miedo de que una vez que te haya tocado Nobu ya no puedan hacerse realidad. ¿Pero cómo te creías que era la vida de las geishas? No nos hacemos geishas para tener una vida gratificante. Nos hacemos geishas porque no tenemos elección".

"De joven se sueña todo tipo de tonterías, Sayuri. Las esperanzas son como los adornos del pelo. De joven se pueden llevar demasiados. Pero cuando envejeces, tan sólo uno ya te hace parecer tonta".

"Puede que una mujer que viva en una gran casa se vanaglorie de todas las hermosas cosas que la rodean, pero en cuanto oiga crujir el fuego, decidirá en un abrir y cerrar de ojos cuáles son las que realmente más valora".

"Con estos oscuros pensamientos rondándome la cabeza, me quedé ensimismada, hasta que el sonido de una copa de sake chocando contra la mesa me sacó de ese estado. Cuando levanté la vista, Nobu me estaba mirando. A su alrededor, los invitados se reían y se divertían, pero él estaba sentado solo, con los ojos fijos en mí y perdido en sus pensamientos, como había estado yo en los míos. Parecíamos dos puntos húmedos en el centro de un carbón en llamas".

"Hice la ronda de hombre en hombre y cuando llegué junto a él me presenté, y él me dijo:
Espero que me perdone.
¿Perdonarle qué? le pregunté.
He sido un grosero me contestó. No he podido quitarle ojo en toda la noche".

"Un momento después, cuando yacíamos exhaustos en el tatami, le levanté la camisa y le puse la mano en el estómago para sentir su respiración. Nunca en mi vida había estado tan próxima a otro ser humano, aunque no habíamos dicho ni una palabra".

"La amistad es algo precioso, Sayuri dijo. Uno no debe echarla por la borda".

"Una mujer que actúa estúpidamente es estúpida, ¿no crees?".

"¡Oh, Nobu-san! dije yo, a veces me resulta tan difícil de entender.
Yo soy un hombre muy fácil de entender, Sayuri dijoSencillamente no me gusta tener delante de mí lo que no puedo alcanzar".

"Creía que el mundo ya no era el mismo dije. Pero no es así, pues Nobu-san no ha cambiado un ápice.
Yo no cambio nunca respondió. Pero no he venido aquí a parlotear. Quiero saber qué te pasa.
No me pasa nada. ¿Acaso Nobu-san no ha recibido mis cartas?
Todas tus cartas parecen poemas. Nunca hablas de nada, salvo de «los hermosos arroyos que corren...» y otras tonterías por el estilo.
¡Pero, Nobu-san! ¡No volveré a perder el tiempo en escribirle una carta!".

"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos".

"A veces suspiró, pienso que las cosas que recuerdo son más reales que las que veo".

"De joven creía que mi vida nunca habría sido una lucha si el Señor Tanaka no me hubiera arrancado de mi casita sobre el acantilado. Pero ahora sé que nuestro mundo no es nunca más permanente que una ola que se eleva sobre el océano. Cualesquiera que sean nuestras luchas y nuestras victorias, comoquiera que las padezcamos, en seguida desaparecen en la corriente, como la tinta acuosa sobre el papel".







Arthur Golden

domingo, 19 de agosto de 2018

Citas: Un grito de amor desde el centro del mundo - Kyōichi Katayama


"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte".

"Al volverme, vi cómo al otro lado del guardarraíl se extendía un océano invernal. Sereno y tranquilo, un mar de un color azul brillante. Todo cuanto veía me llenaba de nostalgia. Cerré con firmeza la tapa de mi corazón y le di la espalda al mar".

"La nieve del bosque se hizo más profunda. Las ramas quebradas y los duros tocones hacían que andar me resultara más difícil de lo que había supuesto. De repente, un pájaro levantó el vuelo de entre los árboles con un chillido agudo. Me detuve y agucé el oído. No oí nada más. Era como si no quedara nadie en este mundo".

"«¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!», pienso. Pero es imposible. Por eso, al despertarme, siempre estoy llorando.
No es porque esté triste. Es que, cuando regreso a la realidad desde un sueño feliz, me topo con una fisura que me es imposible franquear sin verter lágrimas. Y eso, por más veces que me ocurra, siempre es así".

"Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a la otra.
Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones".

"—Oye, Matsumoto, tú, de nombre, te llamas Sakutarô, ¿verdad? —me preguntó de repente Ôki, que había estado todo el rato hablando con Aki.
—Pues sí —dije yo, volviéndome desde donde estaba, junto a la ventana.
—No pasa mucho, ¿eh? —dijo.
—¿No pasa mucho el qué?
—Quiero decir que a ti lo de Sakutarô te viene por Sakutarô Hagiwara[2], ¿no es verdad?
No respondí.
—¿Sabes cómo me llamo yo, de nombre?
—Sí. Ryûnosuke.
—Pues eso. Por Ryûnosuke Akutagawa[3].
Por fin comprendí de qué me estaba hablando.
—Quiero decir que tanto tus padres como los míos están chalados por la literatura —afirmó con aire satisfecho".

"Por primera vez en mi vida escribí una postal pidiendo una canción, y fue para Aki. No sé qué me
impulsó a hacerlo. Quizá lo hice porque salía con aquel chico de bachillerato.
Posiblemente tuviera algo que ver con los problemas que ella me había ocasionado.
Pero, más que nada, creo que aquélla era la primera manifestación de un amor del que yo todavía no tenía conciencia".

"—Saku-chan.
La primera vez que Aki me llamó así, me tragué de golpe el helado que tenía medio derretido en la boca.
—¿A qué viene que me llames así, por las buenas?
—Tu madre siempre lo hace, ¿no, Matsumoto? —me dijo Aki sonriendo.
—Pero tú no eres mi madre.
—Pues yo ya lo he decidido. A partir de ahora voy a llamarte Saku-chan.
—¿Podrías hacerme el favor de no hacer y no decidir estas cosas por tu cuenta?
—Pues, mira. Yo ya he tomado una decisión.
Y así fue como Aki empezó a decidirlo completamente todo, hasta que dejé de saber quién era yo".

"Tras graduarnos en secundaria, ya en el instituto, volvimos a ir a la misma clase.
En aquella época, mi amor por Aki era ya imposible de ocultar. Era tan obvio que estaba enamorado de ella como que yo era yo. Si alguien me hubiese preguntado: «A ti te gusta Hirose, ¿verdad?», seguro que le habría respondido: «¡No me digas! ¡Pues claro!». Así lo sentía yo".

"«Posiblemente, en la vida nos ocurra lo mismo», pensé unos años más tarde.
«Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirte adiós»".

"—¿Y qué pasó? —le pregunté bebiendo una lata de café.
—A mí me llamaron a filas y pasé muchos años en el ejército —prosiguió mi abuelo—. No imaginaba que volviéramos a vernos jamás. Creía que ella moriría mientras yo estaba en el frente, y tampoco yo esperaba sobrevivir, la verdad. Así que, cuando nos separamos, nos juramos unirnos en el otro mundo —dijo espaciando las palabras y con la mirada perdida en la distancia—. Sin embargo, la fortuna es irónica y, al acabar la guerra, los dos seguíamos con vida. Cuando piensas que el futuro no es posible, es sorprendente lo puro que te vuelves, pero, al encontrarte vivo, renacen los deseos".

"—¿Y qué pasó entonces?
—Pues que se casó. Y yo me casé con tu abuela y nació tu padre. Que, por cierto, es un cabeza cuadrada que…
—Volviendo a lo nuestro, ¿entonces tú te resignaste? ¿Olvidaste a la chica?
—Ésa era mi intención. Y creo que ella, por su parte, pensaba lo mismo que yo.
El destino no había querido que nos uniésemos en este mundo.
—Pero no pudiste sacártela de la cabeza, ¿verdad?
—Mi abuelo achicó los ojos y me clavó la mirada en el rostro, como si estuviera tasándomelo. Al fin, abrió la boca y dijo:
—Ya te hablaré de ello en otra ocasión. Cuando seas un poco mayor, Saku".

"—O sea que tu abuelo siguió pensando en ella durante toda su vida —repuso Aki.
Me pareció que tenía los ojos humedecidos.
—Eso parece —asentí yo con sentimientos encontrados—. Por lo visto, no pudo sacársela nunca de la cabeza.
—Y ella tampoco pudo olvidar a tu abuelo.
—Un poco raro, ¿no?
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Pues porque transcurrió medio siglo. Y lo normal es que, con el tiempo, se produzcan algunos cambios, ¿no?
—¿Y tú no encuentras maravilloso que dos personas sigan enamoradas durante cincuenta años? —dijo Aki con aire soñador".

"—Pero eso es adulterio, ¿no? —dije planteando la cuestión crucial.
—Para nada. Eso es amor puro —me contradijo Aki de inmediato.
—Pero tanto mi abuelo como aquella mujer estaban casados.
Ella reflexionó unos instantes.
—Desde el punto de vista de sus respectivas parejas tal vez fuera adulterio, pero,
desde su propio punto de vista, aquello, sin duda, era amor puro".

"—¿Qué hacemos?
—Ante todo, rezar.
Mientras yo me decía que era muy extraño ponerse a rezar cuando vas a profanar una tumba".

"Estuvo hurgando un rato en su interior hasta que me devolvió la linterna y extrajo cuidadosamente con ambas manos una urna parecida a un tarro de ciruelas encurtidas. Yo observaba sus acciones en silencio. Mi abuelo comprobó el nombre escrito en el culo de la urna bajo el haz de luz de la linterna. Luego, sacó el cordón que colgaba de la urna y la abrió despacio. Dentro debían de estar los pequeños fragmentos de hueso. Transcurrió mucho tiempo.
«¡Abuelo!» Cuando al fin me decidí a llamarlo, me di cuenta de que sus hombros temblaban ligeramente bajo la luz de la luna.
Mi abuelo cogió sólo un pellizco de cenizas y lo metió dentro de una cajita de paulonia que tenía preparada. La cantidad era tan modesta que me entraron ganas de decirle: «¡Con el trabajo que nos ha costado, bien podías coger un puñado, hombre!»".

"Mi abuelo reflexionó unos instantes.
—Lo dejo en tus manos —dijo—. Confío en tu buen sentido.
—¡No, por favor! Dame al menos una idea ¿Mar, montaña o cielo?
—Pues, quizá el mar. Sí, mejor el mar.
—¿El mar?
—Sí, pero no quiero que el agua esté sucia.
—Vale. Esparciré las cenizas en algún lugar donde el agua esté limpia.
—No, espera un momento. En el mar, la corriente las dispersará enseguida.
—Sí, puede pasar.
—Pues, entonces, quizá la montaña. Sí, mejor la montaña.
—¿La montaña?
—Pero, te lo ruego, que sea un sitio que todavía no esté explotado por el hombre.
—De acuerdo. Las esparciré donde apenas llegue nadie.
—Y estaría muy bien que hubiese flores silvestres por allí cerca.
—¿Flores silvestres?
—Es que a ella le gustaban mucho las violetas.
Me crucé de brazos y clavé la mirada en el rostro de mi abuelo.
—Estás haciendo un encargo en toda regla, ¿eh?".

"—¡Qué historia tan bonita!
—Pues a mí me parece que, si tanto quiere unirse a ella, podría comérselos.
—¿Los huesos?
—Seguro que tienen un montón de calcio".

"En el preciso instante en que desaparecían las últimas luces del cielo, nos dimos un beso. Nuestros ojos se encontraron, se produjo un acuerdo invisible y, antes de que nos diéramos cuenta, habíamos unido nuestros labios".

"Permanecí largo tiempo contemplando el desierto. Alrededor del hotel se alzaban unos altos eucaliptos que parecían sauces y crecía, aunque rala, la hierba. Pero, más allá, no había nada. Y la mirada, al no topar con ningún obstáculo, se prolongaba hasta el infinito, perdiéndose en el camino de vuelta".

"Con la muerte de Aki, el mundo entero se había convertido en un desierto. Ella había huido. Al punto más recóndito del fin del mundo. Y las huellas de mis pies, que corrían en pos de ella, habían sido barridas por el viento y la arena".

"Pero Aki no estaba en esta conversación. Así que tampoco yo estaba. Igual que ahora, que tampoco estoy aquí. Es como si me hubiera metido por azar en un lugar que no es pasado ni presente, ni vida ni muerte. No sé cómo he venido a parar aquí.
Pero aquí estoy. Yo, que no sé quién soy, en un lugar que no sé dónde está".

"La muerte era algo que sólo les ocurría a los ancianos. Había estado enfermo algunas veces, por supuesto. Me había resfriado, me había hecho daño. Pero la muerte era otra cosa. La muerte era algo que te llegaba al final, tras haber vivido unas decenas de años y haber ido envejeciendo poco a poco. Un largo camino blanco que se extendía en línea recta hasta desaparecer en la distancia en medio de una luz cegadora. Hay quien llama a esto «la nada», pero nadie la ha visto. La muerte era eso".

"De vez en cuando, en algún paraje desierto, nos besábamos rozándonos sólo los labios. Nos gustaba darnos un beso rápido, a escondidas. Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mí solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo".

"Ella entrecerró los ojos, mirándome con extrañeza.
—¿En qué estás pensando?
—En nada en especial. Sólo me estaba preguntando qué piensan tus padres de mí.
—¿Que qué piensan mis padres de ti?
—Sí. Si me ven como el futuro marido de su hija.
—¡Pues claro que no! —dijo ella riendo.
—¿Por qué?
—¿Que por qué? Tú y yo sólo tenemos dieciséis años, ¿sabes?
—Redondeando, hacen veinte.
—¿Y qué manera de contar es ésa?".

"—Por más que diga, la mayoría de la gente no piensa más que en sí misma — proseguí—. Con que yo coma bien, vale. Con que yo pueda comprarme lo que quiera, vale. Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo compraría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso?".

"—Pues sí —dije—. Tú, en aquella época, tenías un novio que iba al instituto,
¿no?
—¿Un novio? —dijo ella con un timbre de voz nervioso, volviéndose hacia mí.
—Sí. Un chico muy guapo que jugaba al voleibol.
—¡Ah! —Aki, finalmente, parecía haber caído en la cuenta—. ¿Y cómo has sabido tú eso?
—Oí cómo lo decían las chicas de la clase.
—¡Qué cotorras! Yo estaba colada por él, eso es todo. Él ni se enteró.
—Conque estabas colada, ¿eh?
—Sí. Entonces yo era una criatura que no sabía lo que es el amor".

"Ella me miró con ojos inquisitivos.
—¿No estarás celoso, verdad, Saku-chan?
—Y si lo estoy, ¿qué pasa?
—¡Vamos! Que estaba en segundo de secundaria.
—Oye, que yo estoy celoso hasta de tu sujetador.
—¡Burro!".

"—Es que no me imagino lo que debe ser no estar en este mundo —añadió Aki poco después, como si hablara consigo misma—. Te da una sensación muy rara eso de pensar que tu vida tiene un límite. Ya sé que es algo natural, pero nosotros vivimos sin pensar que son naturales las cosas que lo son".

"—Mi amor por ti existe aquí y ahora y, por lo tanto, seguro que existirá después de la muerte —proseguí su razonamiento".

"—Acabo de darme cuenta de algo muy importante.
—¿Qué pasa ahora? —dijo ella, que había estado mirando por la ventanilla, volviéndose hacia mí con expresión de cansancio.
—Tu cumpleaños es el diecisiete de diciembre.
—Y el tuyo es el veinticuatro de diciembre.
—Es decir que, desde que nací, no ha habido un solo segundo en que tú no hayas estado en este mundo.
—Sí, eso parece.
—Nací en un mundo en el que tú ya estabas".

"—No te preocupes. Aunque yo desaparezca, el mundo seguirá existiendo".

"—¿Y de qué estabas hablando ahora?
—De amor. Amor. ¿Sabes lo que es?
—Sí, lo sé. Pero, cuando tú hablas de amor, parece otra cosa.
—Eso es porque el amor del que yo hablo y lo que se suele entender por amor son dos cosas que se parecen, pero que, en realidad, son de distinta naturaleza".

"Mi abuelo permaneció unos instantes en silencio.
—Es una historia bonita —dijo luego.
—Sí, pero ahora es ella quien se ha convertido en ceniza".




Kyōichi Katayama

miércoles, 15 de agosto de 2018

Citas: Ardiente secreto - Stefan Zweig


"Sabía que necesitaba el roce con las personas para que todo su  talento, el calor y la alegría desbordante de su corazón cobraran vida, y que a solas se sentía frío e inútil, como una cerilla metida en la caja".

"Cuando uno con cierto desdén califica a estos hombres de «cazadores de mujeres», lo hace sin saber cuánta verdad, cuánta  capacidad de observación ha quedado plasmada en el término, pues, en efecto, todos los instintos apasionados de la caza, el rastreo, la excitación y la crueldad moral vibran en la vigilancia infatigable de semejantes individuos. Están permanentemente a la espera, siempre preparados y decididos a seguir una aventura hasta el borde del abismo.
Siempre cargados de pasión, aunque no se trata de la del enamorado, sino de la del jugador, frío, calculador y peligroso. Entre ellos los hay perseverantes, a los que más allá de la juventud, y gracias a esa expectación, la vida entera se les convierte en una incesante aventura, a los que un único día se les descompone en cientos de pequeñas experiencias sensuales: una mirada al pasar, una sonrisa fugaz, el roce de una rodilla cuando se sientan frente a alguien. Para ellos, la experiencia sensual es una fuente que fluye eternamente, alimentando y estimulando su vida".

"Estaba entusiasmado, enardecido, por encontrarse tan rápidamente sobre la pista, seguro de tener ya la pieza a tiro. Sus ojos brillaron, la sangre corrió ágil por sus venas, las palabras salieron de sus  labios a borbotones, sin que él supiera muy bien cómo".

"Ahora le gustaba contemplarle de cerca y dejó de temer su mirada. Si bien, poco a poco, en sus palabras se infiltró un atrevimiento que la turbó ligeramente. Era como si le tocara el cuerpo, un tentar para de nuevo dejarlo, algo desconcertantemente ávido que hacía que la sangre le acudiera a las mejillas".

"—Buenas noches, buenas noches. Hasta mañana —dijo con prisa, y quiso huir.
Huir no tanto de él, como del riesgo que suponía un momento como aquél y de una nueva y extraña indecisión que percibió en sí misma.
Pero el barón sostuvo con fuerza la mano que ella le tendió como despedida, la besó, y no sólo por educación, una única vez, sino cuatro o cinco, rozando con sus labios trémulos desde la punta de sus finos dedos hasta la muñeca, con lo que ella sintió el cosquilleo de su bigote áspero en el dorso de la mano y un ligero estremecimiento. Una cálida y embarazosa sensación atravesó todo su cuerpo. El miedo se disparó, hirviendo, martilleando amenazador en sus sienes. 
Su cabeza ardía.
El miedo, un miedo insensato, recorrió ahora todo su cuerpo, y ella al instante retiró la mano.
—Quédese —susurró el barón.
Pero ella ya se alejaba corriendo, con una torpeza que delataba su miedo y su turbación".

"Pero el barón era demasiado orgulloso para correr en pos de un instante propicio. Estaba demasiado seguro de su victoria para, como un ladrón, tomar a aquella mujer en un momento de debilidad, de embriaguez. Al contrario, al jugador que se atiene a las reglas sólo le atrae la lucha y la entrega plenamente conscientes. 
Ella no se le podía escapar. Por sus venas, lo sabía, corría ya el veneno de la pasión".

"—¡Traidor! —murmuró.
—¿Qué has dicho? —preguntó la madre.
—Nada —respondió él entre dientes.
Ahora también él tenía un secreto. El odio, un odio sin límites hacia aquellos dos".

"Edgar tenía ahora una mirada del todo serena, como la de un médico. En otro tiempo tal vez se hubiera enfadado, pero con el odio se aprende mucho y rápido. Ahora se calló. Callaría y callaría, hasta que ella empezara a gritar bajo la presión de aquel silencio".

"Ya no entendía nada de la vida, desde que viera que las palabras, tras las que había supuesto que se encontraba la realidad, no eran más que burbujas de colores que se hinchaban y reventaban sin dejar rastro".

"Quería estar solo. Pero tampoco al fondo, en la oscuridad repleta de sombras de los caminos sin iluminar, encontró paz".




Stefan Zweig