jueves, 31 de octubre de 2019

Citas: Siempre hemos vivido en el castillo - Shirley Jackson


"Me llamo Mary Katherine Blackwood.
Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy".

"Escogía los libros de la biblioteca a conciencia. En nuestra casa había libros, por supuesto; los libros ocupaban dos paredes del despacho de nuestro padre, pero a mí me gustaban los cuentos de hadas y los libros de historia, y a Constance le gustaban los de cocina. El tío Julián nunca tocaba un libro, pero por la tarde, cuando trabajaba en sus papeles, le gustaba mirar a Constance mientras leía, y a ratos volvía la cabeza para observarla y asentía.
—¿Qué lees, querida? Qué bonita imagen, la de una mujer con un libro".

"«A los Blackwood siempre les ha gustado comer bien». Esa era Mrs. Donell, que hablaba abiertamente desde algún lugar detrás de mí, y alguien soltó una risita mientras otro decía «chsss».
Yo nunca me volvía; ya tenía bastante con saber que estaban a mis espaldas como para encima mirar sus insípidas caras grises y sus ojos llenos de odio.
Desearía que estuvierais todos muertos, pensé, y me sentí tentada de decirlo en voz alta".

"Nunca me sentía culpable de esos pensamientos; solo deseaba que se hicieran realidad. «No está bien que los odies —me decía Constance—, eso únicamente te perjudica a ti», pero yo los odiaba de todos modos, y me preguntaba si su existencia tenía algún sentido".

"No necesitaba mirar para ver las muecas y los ademanes; deseé que todos estuvieran muertos y caminar sobre sus cuerpos".

"Merricat, dijo Connie, ¿una taza de té, querrás? Oh, no, dijo Merricat, me envenenarás. Merricat, dijo Connie, ¿quieres ir a dormir? ¡Bajo tierra te vas a pudrir!".

"Resultaba extraño estar dentro de mí misma, caminando rígida frente a la cerca con paso seguro, pisando con firmeza pero sin prisa porque lo habrían notado, estar dentro de mí misma y saber que me estaban mirando; me escondía muy adentro pero podía oírlos y verlos por el rabillo del ojo. Deseé que estuvieran todos muertos, tirados por el suelo".

"Sus lenguas arderán, como si hubieran comido fuego, pensé. Cada vez que pronuncien una palabra, sentirán las llamas en la garganta y un tormento más abrasador que mil fuegos en sus vientres".

"Helen Clarke no dejaba de comer emparedados, y pasaba por delante de Constance cada vez que se hacía con uno. En ningún otro lugar se comportaría de este modo, pensé, solo aquí. Nunca se preocupa de lo que Constance o yo pensemos de sus modales; simplemente cree que estamos muy contentas de verla. Vete, le dije para mis adentros. Vete, vete".

"Helen Clarke dijo:
—¿De verdad creéis que la gente tiene miedo de venir a veros? —Y entonces el tío Julian se detuvo en la puerta. Se había puesto su mejor corbata para tomar el té y se había lavado la cara con tanto afán que la tenía rosada.
—¿Miedo? —preguntó—. ¿De venir aquí? —Saludó a Mrs. Wright desde la silla y luego a Helen Clarke—. Señora —dijo, y repitió—: Señora. Yo sabía que era porque no recordaba el nombre de ninguna de las dos, si es que las había visto antes.
—Tiene buen aspecto, Julian —dijo Helen Clarke.
—¿Miedo de venir aquí? Debo disculparme por repetir sus palabras, señora, pero estoy asombrado. Mi sobrina, al fin y al cabo, fue absuelta de la acusación de asesinato".

"El sábado por la mañana me desperté y pensé que ellos me estaban llamando; es hora de que me levante, pensé antes de estar despierta del todo y acordarme de que estaban muertos".

"Los miércoles por la mañana siempre recorría la cerca.
Sentía la necesidad de comprobar constantemente que los alambres no estuvieran rotos y las puertas estuvieran bien cerradas. Yo misma podía hacer los arreglos, uniendo el alambre allí donde hiciera falta, ajustando las tiras flojas, y para mí era un placer saber, cada miércoles por la mañana, que estaríamos a salvo una semana más".

"Decidí escoger tres palabras poderosas, tres palabras que me protegieran; mientras esas grandes palabras no se pronunciaran en voz alta no se produciría ningún cambio".

"—Buenos días, Mr. Blackwood —dijo con voz apacible—, ¿cómo se encuentra hoy?
—¿Dónde está el viejo tonto? — preguntó el tío Julian, como siempre—. ¿Por qué no ha venido Jack Mason?
Constance había llamado al doctor Mason la noche en que murieron todos.
—El doctor Mason no ha podido venir hoy —contestó el doctor, como siempre—. Yo soy el doctor Levy. He venido a verlo en su lugar.
—Prefiero ver a Jack Mason.
—Lo haré lo mejor posible.
—Siempre dije que sobreviviría al viejo tonto. —El tío Julian se rio brevemente—. ¿Por qué está fingiendo conmigo? Jack Mason murió hace tres años.
Mr. Blackwood —dijo el doctor—, es un placer tenerlo de paciente.
Cerró la puerta sin hacer ruido".

"—¿Estás preocupada?
—Sí. Mucho.
—¿Se va a morir?
—¿Sabes lo que me ha dicho esta mañana? —Constance se volvió, apoyándose en el fregadero, y me miró con tristeza—. Pensaba que yo era la tía Dorothy, y me ha cogido la mano y ha dicho: «Es terrible ser viejo, y limitarte a estar aquí tumbado preguntándote cuándo va a suceder». Casi me ha asustado".

"—Siempre estaremos juntas, ¿verdad, Constance?
—¿No estarás pensando en irte de aquí, Merricat?
—¿Adónde íbamos a ir? —le pregunté—. ¿Dónde podríamos encontrar un lugar mejor que este?¿Quién nos quiere, allí fuera? El mundo está lleno de gente mala".

"—Tío Julian, es un placer verle por fin.
—Charles. Tú eres el hijo de Arthur, pero te pareces a mi hermano John, que está muerto.
—Arthur también está muerto. Por eso estoy aquí".

"—Me habría gustado venir antes, tío Julian.
—Puede ser. La juventud es muy curiosa. Y una mujer con tan mala fama como Constance debe de resultar un personaje romántico para cualquier joven".

"—Anoche cenaste aquí y te has despertado vivo —dijo Constance; yo me reía pero ella parecía enfadada.
—¿Qué? —preguntó Charles—".

"Me había preparado lo que le iba a decir antes de sentarme a la mesa.
—La Amanita phalloides —empecé— contiene tres sustancias venenosas. Está la amanitina, que actúa despacio y es la más potente. Está la faloidina, que hace efecto al instante, y está la falolisina, que disuelve los glóbulos rojos, aunque es la menos potente. Los primeros síntomas aparecen entre siete y doce horas después de ingerirla, y en algunos casos incluso al cabo de veinticuatro o cuarenta horas. Los síntomas comienzan con violentos dolores de estómago, sudor frío, vómitos…
—Óyeme bien —dijo Charles, soltando el pollo—. Basta ya.
Constance se estaba riendo.
—Oh, Merricat —exclamó, escapándosele la risa entre las palabras—, mira que eres tonta. Yo le enseñé —le explicó a Charles— que hay setas venenosas junto al arroyo y en los campos y le hice aprender cuáles eran mortales. Oh, Merricat.
—La muerte llega entre cinco y diez días después de ingerirla —añadí yo.
—No me parece divertido —sentenció Charles.
—Tontuela —dijo Constance".

"—Hace que el tío Julian esté peor.
—Solo intenta que el tío Julian no esté pensando en cosas tristes todo el tiempo. Y yo estoy de acuerdo con él. El tío Julian debería estar contento.
—¿Por qué debería estar contento si se va a morir?".

"Intenté pensar en él con benevolencia, porque si no lo hacía iba a ser incapaz de hablarle con amabilidad, pero al imaginarme su enorme cara blanca sonriéndome desde el otro lado de la mesa o controlando cualquiera de mis movimientos me entraron ganas de golpearle hasta que se marchara, me entraron ganas de darle patadas una vez muerto, de verlo yacer sobre el césped".

"Me quedé sentada en silencio, escuchando lo que casi había dicho. El tiempo se estaba acabando, se abatía sobre nuestra casa y me aplastaba. Pensé que había llegado el momento de romper el gran espejo del vestíbulo, pero entonces se oyeron los pasos pesados de Charles, que bajaba la escalera, cruzaba el vestíbulo y entraba en la cocina.
—Bueno, bueno, todo el mundo está aquí —dijo—. ¿Qué hay de cenar?".

"—Tío Julian. —Charles se levantó y se dirigió hacia el tío Julian, que estaba sentado a su mesa.
—No toques mis papeles —dijo el tío Julian, mientras los tapaba con las manos—. Aléjate de mis papeles, malnacido.
—¿Qué? —preguntó Charles.
—Lo siento —se disculpó el tío Julian con Constance—. No es un lenguaje apto para tus oídos, querida. Solamente dile a este malnacido que no se acerque a mis papeles".





Shirley Jackson

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