domingo, 4 de noviembre de 2018

Citas: Ochos primos - Louisa M. Alcott




"—La tía Myra es…. una mujer excelente, pero se desvive por creer  que todo el mundo anda caminando al borde de la fosa, y da la impresión de que se ofende cuando la gente no cae dentro".

"Febe dejó de pasar las habichuelas de una sartén a la otra, y sus ojos reflejaron conmiseración al posar la vista en la cabeza rizada que Rosa agachaba sobre sus rodillas, pues pensó que el corazón, debajo de aquel dije hermoso, sentía el dolor de la pérdida, y el coqueto  delantal estaba acostumbrado a enjugar lágrimas más tristes que todas las derramadas por ella en su vida".

"—Te buscan en la sala, Rosa.
—¡Ha venido alguien?
—Las niñas no deben hacer preguntas, sino obedecer cuando se les manda algo —fue cuanto se dignó responder Debby".

"Apenas si se había atrevido a observarlo la noche anterior, porque cada vez que lo intentó se encontró con un par de ojos azules que la contemplaban con fijeza".

"—Rosa, ¿eres presumida?
—Temo que sí —contestó débilmente, con la cabeza oculta por el velo de cabello que cubría su turbación.
—Es un defecto desagradable —y suspiró como si la confesión lo apenase".

"¡Oh, Timbalú, dichosos somos!
Vivir es fácil, sabiendo cómo.
La noche es larga, la tarde vuela.
Avanza el barco a toda vela.
Cantemos alegres la dulce canción,
Chiripi ripí, chiripi ripón.
Mañana es domingo, es día de fiesta;
Si aquél tiene sueño, que duerma la siesta.
Boguemos, boguemos, que llegan las aves
y vienen de lelos siguiendo las naves".

"—¿Le parece que ahora seré rica?
—Temo que sí.
—¿Teme?
—En efecto; porque mucho dinero es mala cosa".

"—Se me ocurre que algo se ha roto dentro, pues saltó un pedazo de vidrio — explicó Will, al dejar el fardo a sus pies.
—Si saben de una chica que salga de paseo sin llevar un espejo, me avisan —dijo Mac, con masculino desprecio—".

"—¿Que estará pensando mi sobrinita con ese semblante tan serio?
—En lo que usted me contó de aquel marinero valiente que cedió su sitio en la balsa a las mujeres y la última gota de agua al pobre nenito. Los que hacen sacrificios son muy queridos y admirados, ¿verdad, tío?
—Si el sacrificio es real, sí. Pero muchos de los más valientes no son conocidos nunca y nadie ensalza sus actos. Esto no amengua la belleza del gesto, aunque tal vez lo hace más duro, pues a todos nos placen las alabanzas —y al pronunciar estas últimas palabras, el doctor Alec lanzó un suspiro que parecía expresar resignación".

"—Supongo que usted habrá hecho muchos. ¿Por que no me cuenta algunos? —preguntó Rosa, a quien el suspiro no pasó inadvertido.
—El último fue dejar de fumar —dijo el doctor Alec, desviando en forma poco romántica la conversación.
—¿Y por qué lo hizo?
—Es un mal ejemplo para los chicos.
—Su decisión merece los mayores elogios. ¿Le costó trabajo?
—Me avergüenzo de confesarlo, pero así fue. Sin embargo, como cierta vez dijo un sabio: «Es necesario cumplir con el deber; no hace falta sentirse feliz»".

"La forma en que Rosa meditó en aquel dicho denotaba que le había gustado.
—Prescindir de las cosas que se desean ardientemente es un gran sacrificio, ¿verdad, tío?
—Sí.
—¿Y hacer el sacrificio en secreto porque una quiere mucho a otra persona y desea que sea feliz?
—También es gran cosa.
—¿Hacerlo con voluntad, alegrándose sin detenerse a pensar si no llega el reconocimiento?
—Sí, querida, ese es el verdadero espíritu del sacrificio y de la abnegación, y al parecer lo entiendes. Diría que en la vida no pueden faltarte ocasiones de practicarlo".

"—Tío, he descubierto para qué sirven las chicas —dijo Rosa un día después de reconciliados Archie y el Príncipe.
—Ah, bueno, hija mía… ¿para qué? —preguntó el doctor Alec, que estaba montando guardia en la cubierta, como llamaba a su paseo diario por el corredor.
—Cuidar de los chicos —contestó la niña, rebosante de satisfacción".




Louisa M. Alcott

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